«Que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.»
(Lucas 1:74-75)
Una de las promesas que Dios cumplió a través de la venida de Jesús, fue que pudiéramos vivir en Su presencia todos los días de nuestra vida. Por esa razón, Jesús fue llamado: Emmanuel, que significa: “¡Dios con nosotros!”.
Ser conscientes de que Dios está con nosotros, las 24 horas del día, los siete días de la semana, es uno de los más poderosos beneficios de vivir en amor. Si de manera continua nos recordáramos de que Él está presente —como testigo de todo lo que hacemos, de todo lo que decimos y de todo lo que pensamos—, seríamos más que diligentes en nuestra vida de amor, y seríamos más prontos para arrepentirnos cuando fallamos.
En una ocasión, mientras el SEÑOR trataba conmigo con respecto a esa revelación, me dijo: Kenneth, quiero que seas consciente de que Yo estoy aquí contigo. Quiero que platiques conmigo durante todo el día, como si estuviera al lado tuyo. Sé directo y sincero, conversa conmigo como lo harías con un amigo a quien respetas y amas. Cuando hagas algo indebido o incluso cuando tengas un pensamiento contrario al amor, corre de inmediato a Mí, y dime: “SEÑOR, perdóname, me arrepiento. No debí hacerlo. No debí admitir esos pensamientos en mi mente”. Si practicas esa declaración, el amor en ti estará tan desarrollado que las personas no podrán ofenderte. El más malvado de los intransigentes podría insultarte, y tú responderías: “Padre, perdónalo porque no sabe lo que hace”.
El SEÑOR Jesús tomó esa actitud. Él, de manera constante, anduvo 33 años en la presencia de Dios; y maduró tanto en el amor que aún cuando lo estaban matando, Jesús los amo y los perdonó.
La mayoría de las personas, no sabe que Jesús tuvo que alcanzar la plenitud de ese tipo de amor. Él nació del amor, pero tuvo que desarrollarse en éste. Jesús nunca pecó, aunque al principio no fue por completo maduro ni se había desarrollado a plenitud en las cosas de Dios. En la Biblia se nos enseña que: «Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente» (Lucas 2:52, NVI).
Y con nosotros sucede de la misma manera. No empezamos nuestra vida cristiana plenamente desarrollados. A medida que vivimos en la presencia del SEÑOR, nos desarrollamos en Él. A medida que tenemos comunión con Él en cada pequeña área de nuestra vida, nos volvemos conscientes de que Él está con nosotros, y nos volvemos cada vez más fuertes en Él. Y con el tiempo, las cosas que alguna vez nos causaron problemas ya no nos molestarán para nada. Veremos el cumplimiento de las promesas de Dios en nosotros, a medida que seamos libres de las manos del enemigo; y disfrutaremos la presencia de Dios y le serviremos con amor, todos los días de nuestra vida.