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Pregunta del día

enero 06

¿Pueden divorciarse los cristianos?

Es importante tomar en cuenta que Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:14-16). Y aunque no podemos decir si es correcto o no que un cristiano se divorcie, o que un cristiano divorciado vuelva a casarse, sí podemos asegurar que el divorcio, obviamente es un suceso muy indeseable.

El dolor de las relaciones dañadas y la tensión de los divorcios que recae sobre los miembros de la familia —en especial sobre los hijos— es notorio para cualquiera que ha sido afectado por un divorcio. El matrimonio, de forma literal, une a dos personas como una sola carne. Y el divorcio rompe y disuelve esta nueva vida que fue formada.

En la ley de Moisés se trataba el tema del divorcio de forma directa con reglas específicas. Ahora, Jesús ha instituido la nueva ley con estándares aún mayores. Ya no vivimos bajo la ley de Moisés, sino vivimos gobernados bajo la ley del amor (Juan 13:34) en toda circunstancia (Romanos 13:8. 10; Gálatas 5:14, 6:2; Santiago 2:8).

Cuando los miembros de una unión matrimonial se esfuerzan por vivir en el amor de Dios, su matrimonio jamás falla. Pero ¿qué sucede si esto no sucede en el matrimonio de un creyente? Él o ella debe buscar al Señor para recibir dirección y permitirle al Espíritu Santo que lo guíe hacia la verdad (Proverbios 3:5-6; Juan 14:26). El divorcio aún no es considerado como la mejor opción. El Señor puede guiar a esta persona en varias direcciones. Pero sólo él o ella y Dios sabrán si el divorcio es una opción.

El divorcio no es la mejor opción que Dios tiene para nosotros. Sin embargo, tampoco es el final de una vida cristiana victoriosa. Como creyentes, podemos esperar a ser guiados por el Espíritu de Dios y saber que Él no trae condenación a nuestra vida por divorciarnos (Romanos 8:1), ni aparta a nadie de un lugar especial en Su plan (Romanos 11:29).

A través de Él, una persona divorciada puede vivir en victoria y cumplir ¡todo lo que Dios la ha llamado a hacer!

No existe una ley bíblica específica que hable del cristiano en relación al divorcio, además de seguir la ley del amor. El mismo principio se aplica al matrimonio. La decisión de volver a contraer matrimonio debería estar basada en el amor de Dios y no en deseos egoístas. Si un creyente divorciado en realidad está preparado para ofrecerse en matrimonio a otro creyente, debe hacerlo confiando en que el Señor bendecirá esa unión. Recuerda, ¡en Cristo todas las cosas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17)!