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julio 28, 2014

Nada que temer (por Gloria Copeland)

7-14_gloriaPoco tiempo después del atentado terrorista a los Estados Unidos de América de Septiembre 11 del 2011 Kenneth y yo viajamos a Europa a predicar. Mientras estábamos allí abrí un periódico Inglés en el que leí un artículo muy peculiar. Al comienzo no podía entender porqué lo imprimieron.

¡Este artículo trataba completamente sobre plagas! Hablaba de la peste bubónica, y toda otra clase de plagas que habían azotado la humanidad durante los siglos. Explicaba cuanta gente había muerto, el tiempo que una persona podía vivir después de haber sido expuesta y la sintomatología. Era tan grande la cantidad de detalles que cubría media página entera.

Para cuando terminé de leerlo estaba asqueada y perpleja. Me preguntaba: ¿Qué cosa buena podría producir en alguien tal información?

Tiempo después, la respuesta vino a mí. El artículo intentaba preparar a la gente ante la posibilidad de una guerra biológica. Fue una revelación chocante. Quien hubiera pensando 30 o 40 años atrás que tendríamos que estar de cara ante tal amenaza. ¿Quién lo podría haber anticipado, y mucho más estar preparado para algo así — el día en que enfermedades podrían ser usadas como armas de destrucción masiva?

Te diré quién ya lo sabía: ¡Nuestro maravilloso y poderoso Dios! El no solamente sabía que seríamos amenazados por cosas como la guerra biológica, sino que también preparó un antídoto.

Cientos de años atrás, cuando la gente todavía peleaba guerras con rocas y lanzas, Dios nos dio una Biblia llena de promesas tan poderosas que pueden protegernos de cualquier daño que pudiera existir. Él nos provee un refugio que es más grande que cualquier arma de destrucción masiva que el enemigo pueda crear.

Cuando estamos en ese refugio, estamos completamente seguros. Nada peligroso puede tocarnos. El Salmo 91 lo asegura, y dice así: “El que habita al abrigo del Altísimo (Cuyo poder ningún enemigo puede soportar) y se acoge a la sombra del Omnipotente, dice al Señor: «Tú eres mi esperanza, mi Dios, ¡el castillo en el que pongo mi confianza!» El Señor te librará de las trampas del cazador; te librará de la peste destructora.” (Versículos 1-3, AMP)

En mi Biblia al lado de las palabras “peste destructora” escribí las palabras “guerra biológica” para sirmpre recordar que Dios puede librarnos de enfermedades y plagas de toda clase — aún de las creadas en un tubo de ensayo. La verdad es que Dios es tan grande que los impíos no pueden inventar ningún poder que Él no pueda manejar. Y de cara a lo peor que ellos pudieran hacer,  ¡Su verdad es un escudo protector! para aquellos que creen en Él. (Versículo 4, AMP)

¡Hablando de la seguridad que incluye todo! El escudo protector de Dios es mejor que cualquier clase de seguridad policial en la tierra. De acuerdo con los estudios Hebreos, este tipo de escudo (como el de la policía) provee tres capas de protección: en el frente y en ambos lados; mientras que el escudo protector que está descrito en el Salmo 91 por la palabra hebrea significa “círculo”, y envuelve todo su alrededor. Eso significa que cuando estás usando la armadura de Dios, estás completamente rodeado por su poder admirable. Estás viviendo adentro de un círculo sobrenatural de protección.

No es de extrañar entonces lo que dice el Salmo 91:5-12:

«No tendrás temor de los terrores nocturnos, ni de las flechas lanzadas de día; no temerás a la peste que ronda en la oscuridad, ni a la mortandad que destruye a pleno sol. A tu izquierda caerán mil, y a tu derecha caerán diez mil, pero a ti no te alcanzará la mortandad. ¡Tú lo verás con tus propios ojos! ¡Tú verás a los impíos recibir su merecido! Por haber puesto al Señor por tu esperanza, por poner al Altísimo como tu protector, no te sobrevendrá ningún mal, ni plaga alguna tocará tu casa. El Señor mandará sus ángeles a ti, para que te cuiden en todos tus caminos. Ellos te llevarán en sus brazos, y no tropezarán tus pies con ninguna piedra.»

Piénsalo: cuando estás en el refugio de Dios, tienes guardias de seguridad contigo todo el tiempo. Tienes ángeles, las mejores tropas del Altísimo, escoltándote a cualquier lugar al que vayas. Si necesitan ayuda para mantenerte seguro, Dios enviará refuerzos porque El personalmente hizo esta promesa a toda persona que lo ama.

«Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en medio de la angustia. Yo lo pondré a salvo y lo glorificaré. Le concederé muchos años de vida, y
le daré a conocer mi salvación.» (Salmos 91:15-16)

No vayas al cielo antes de tiempo

Gloria a Dios, esta maravillosa protección divina es nuestra simplemente porque estamos en Jesucristo. Nos pertenece porque El pagó por ella con su preciosa Sangre. Pero, es importante que recordemos que no cae sobre nosotros automáticamente sólo porque nacimos de nuevo. Como todo otro beneficio de la salvación, si queremos experimentarla debemos alcanzarla y recibirla por fe.

Debemos ser como David cuando escribió en los Salmos 144:1-2: «¡Bendito seas, Señor, mi roca! Tú me entrenas para la batalla; fortaleces mis manos para el combate.  Tú eres mi castillo de misericordia, mi fortaleza, mi libertador; eres mi escudo, y en ti me refugio.»

Nota que David no solamente estuvo de acuerdo silenciosamente con la promesa del Salmo 91. El no solamente lo leyó y deseó que todo estuviera bien, sino que con seguridad y valentía dijo: “me refugio en Dios”

Esto también es lo que nosotros tenemos que hacer — y ¡debemos hacerlo por fe! Si no lo hacemos, seremos como cualquier otra persona en este mundo. Estaremos sujetos a los mismos peligros que los no creyentes. Aunque aún así iremos al cielo después de morir, lo haremos antes de lo que teníamos planeado.

Yo no quiero que esto me pase, ¿Y tú?

Por supuesto que no, quieres disfrutar de una vida larga y satisfactoria. Quieres vivir el número completo de tus días dentro de ese círculo de protección de Dios.

“Pero, Gloria”, podrías decir, “¿Cómo puedo estar seguro de que estoy viviendo dentro de ese círculo?

¿Cómo puedo saber que he tomado por fe refugio en Dios?”

Mira nuevamente los versículos que leímos en los Salmos 91 y verás que hay 3 requisitos primordiales:

Primero, debes ser como la persona del versículo 1: “El que habita al abrigo del Altísimo” Ésta no es la descripción de alguien que fue salvo hace 5 años y nunca ha estado en la iglesia o ha hecho algo para buscar de Dios desde entonces. No es la figura de alguien que está desobedeciendo a Dios y corriendo detrás del mundo.

No, ésta es una persona que con propósito se pone a sí misma bajo la autoridad de Dios. Es alguien que camina en toda la luz que tiene y busca continuamente por más luz. El que habita en el lugar secreto es el cristiano que encuentra lo que la Palabra de Dios dice, lo cree y lo obedece.

Si no estás viviendo así, haz un cambio. Arrepiéntete y recibe el perdón de Dios por las cosas que has hecho mal. Haz un compromiso de obedecerlo y lee tú Biblia todos los días para que así encuentres y sepas lo que Él quiere que hagas. Es muy importante que mientras la luz de la Palabra te revele cosas en tu vida que no son agradables a Él, hagas los cambios necesarios.

A pesar de que he estado caminando con Dios por medio siglo, todavía tengo que hacerlo. Tengo que dejar que la Palabra me corrija. Por eso soy diligente en leer mi Biblia. Me mantiene en el camino correcto. Me dice cómo vivir. Me ayuda a evitar situaciones no placenteras y hasta peligrosas. Y se que hará lo mismo por ti. La Palabra de Dios en tu corazón y tu boca te trae seguridad en cada situación.

Tu liberación y tus palabras están conectadas

El segundo elemento que está conectado para recibir la protección de Dios lo encontramos en el versículo 2: “diré al Señor: «Tú eres mi esperanza, mi Dios, ¡mi castillo y mi fortaleza! En Él me apoyo y dependo confiadamente»” (AMP)

De acuerdo a este versículo, no es solamente lo que crees lo que importa, también es lo que dices. Cuando hablas palabra de fe acerca de Dios siendo tu refugio, «El Señor te librará» (versículo 3).

¿Por qué tus palabras y tu liberación del peligro están conectadas? Porque, como Proverbios 8:21 lo dice: «La muerte y la vida están en poder de la lengua…» (RVR1960) ¡Obtienes lo que dices!

En Marcos 11:23 Jesús lo dijo de esta manera: «Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.»

Nunca olvidaré la primera vez que la verdad de esa escritura me alcanzó. Fue años atrás cuando Kenneth empezaba a predicar. Yo escuchaba un audio de Kenneth E.  Hagin llamado “Puedes tener lo que dices”

De repente, el Señor habló a mi espíritu y me dijo: “En la consistencia radica el poder.”

Fue ahí cuando la revelación me golpeó: Si quiero ver las promesas manifestadas en mi vida, no puedo solamente hablar Su Palabra cuando oro. ¡Debo hablar en fe todo el tiempo! Debo decir únicamente ¡lo que quiero que pase!

Esa revelación cambio mi vida. Hasta ese momento había estado operando como la mayoría de la gente. Cuando estaba en problemas, hablaba de ellos, hablaba de lo mal que las cosas estaban. Pero la fe no puede hacer lo mismo. No puedo hablar del problema. La fe habla (declara) la respuesta.

No puedes hablar de miedo y al mismo tiempo estar en fe.

Cuando estás caminando en fe por protección, no puedes ir por ahí diciendo: “Estoy asustado de los ataques terroristas. Tengo miedo de morir joven. Temo que me de cáncer…” Debes decir lo que quieres que pase. Debes decir cosas como: “Dios me librará de todo peligro, Él es mi refugio y mi  fortaleza. Ningún mal vendrá cerca mío y ninguna plaga o calamidad se acercará a mi familia”

Si accidentalmente resbalas y dejas que palabras de incredulidad salgan de tu boca, repréndelas. Llámalas de regreso y di: “Reprendo esas palabras tontas, no son lo que creo; creo que mi familia y yo estamos rodeadas por la armadura de Dios. Estamos seguros en el Nombre de Jesús”

Personalmente, hago declaraciones de fe cada día. Cada mañana cuando oro, hablo el círculo de la BENDICIÓN y protección de Dios alrededor mío y de Kenneth, nuestros hijos, nietos y biznietos. Te aliento a hacer lo mismo. Hay mucha maldad en el mundo. La gente afuera esta enloquecida, asesinando, robando y destruyendo. ¡Es peligroso, si no estás armado con la armadura de Dios! Así que empieza orando palabras llenas de fe como las del Salmo 91.

¡Agarra tu pistola de la fe y dispara!

Cuando habitas en el lugar secreto del altísimo Dios y continuamente habla palabras de fe acerca de su protección, el tercer elemento listado en el Salmo 91 caerá en su lugar:

“No tendrás temor” (versículo 5)

De nada.

¿Por qué es importante que no estés asustado o temeroso? Porque la fe y el miedo no trabajan juntos. O tienes uno, o tienes el otro. Si permites el miedo en tu vida, abrirás la puerta al diablo en la misma forma en la que la fe le abre la puerta a Dios. Te robará tu seguridad sobrenatural. Así que decídete a no darle ningún lugar al miedo en tu vida. Determina  destruir cualquier reminiscencia de temor antes de que pueda entrar en tu boca o en tu corazón.

Puede sonar gracioso, pero personalmente, trato al miedo en la misma forma en que trato a los apestosos armadillos que intentan esconderse afuera del patio de la cabaña que Kenneth y yo tenemos en Arkansas. ¡Esos armadillos son pequeños diablos! Intentarán destruir mis jardines y acabar con mis hermosas flores y arbustos. Así que estoy en guerra con ellos.

Si me despierto en la madrugada y pienso que escuché alguno cavando y rasguñando, no sólo me quedo acostada escuchando. Me levanto de la cama y camino en puntillas hacia la puerta para ver que está pasando. Una vez que verifico que es un armadillo, despierto a Ken.

“Agarra tu pistola” le digo.

A Kenneth no le importan los armadillos — o las flores o arbustos — pero yo le importo y el cuida de mí. Así que tomará su arma y saldrá a la entrada en su pijama mientras yo le sigo por detrás. Lucimos como la abuela y Jed Clampett al estar ahí afuera, pero hacemos el trabajo. Nos deshacemos de los armadillos.

Puedes hacer la misma cosa en lo concerniente al miedo. La próxima vez que levante su horrible cabeza en tu vida, trátalo como el ladrón espiritual que realmente es. En vez de sólo sentarte mientras el cava y rasguña alrededor de tu jardín de la fe, ponte agresivo y ve detrás de él.

Carga tu pistola espiritual con la Palabra de Dios. Busca por escrituras acerca de protección divina y léelas todos los días hasta que puedas dispararle y matar cualquier cosa; desde la gripe porcina hasta la guerra biológica. Pon el Salmo 91 en tu corazón hasta que sin duda alguna y sin importar qué pase en este mundo loco, tu estés completamente seguro.

Si haces estas cosas, no hay peligro que pueda tocarte. Estarás rodeado por el impenetrable círculo de la protección sobrenatural de Dios. Realmente no tendrás nada que temer.

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición julio 2014, página 26