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julio 1, 2016

LIBERADOS DE LAS DEUDAS – Por Melanie Hemry

El sol brillaba como un orbe de oro sobre Fulton, Kentucky. Su luz se difundía a través de las nubes de filigrana y la mañana olía a pasto recién cortado y tierra fértil. Barry Sharp disfrutaba de la brisa en su rostro antes de entrar a su casa. El sonido del teléfono irrumpió en el silencio y Barry frunció el ceño a causa del ruido.

De camino hacia el aparato telefónico se detuvo al ver que su esposa Shirley contestaba. Su rostro lucía afligido. Ella lo miró con reproche en sus ojos.

 

Escapándose de la casa, Barry condujo hasta su negocio automotriz y se encerró en la oficina. Deslizándose en la silla del escritorio, Barry reposó la cabeza entre sus manos. ¿Cómo es que todo había sucedido? Él había tratado de proteger a Shirley del estrés que sus finanzas estaban causando; sin embargo, los problemas habían arribado a la casa para pasar la noche. Los acreedores llamaban sin cesar, día y noche.

“Señor, trabajo duro”, musitó Barry en defensa propia.

Era la verdad. Él había trabajado duro en su negocio. Había participado en oportunidades interesantes de negocios y había ganado dinero en forma moderada. Animado, pidió dinero prestado para invertir aún más. Pero de alguna manera, con el paso de tiempo, se enterró en un hoyo financiero y no sabía cómo salir.

Shirley desconocía que todo lo que tenían estaba empeñado. Tenían un cuarto de millón de dólares en deudas y estaban a punto de irse a la quiebra. El pensamiento de perder la casa hizo que sus rodillas se debilitaran. No podía imaginarse mirando de frente a su esposa y a sus cuatro hijos para decirles que habían perdido todo.

Sin embargo, eso no era lo peor.

Barry sabía que había perdido el respeto de su esposa. Ahora también sabía que con casa o sin, tendría una alta probabilidad de perder a su familia.

 

Aprendiendo a ser guiado

“Shirley y yo nos conocimos cuando yo cursaba el 9º grado y nunca existió nadie más para mí” recuerda Barry. “Shirley se graduó en economía del hogar y yo comencé mi propio negocio. Éramos activos en nuestra iglesia y enseñábamos en la escuela dominical. Cuando nacieron nuestros cuatro hijos ella les enseñaba en la casa y después manejábamos más de 160 km ida y vuelta para llevarlos a un colegio cristiano. Mientras le confié a Dios mi salvación, me imaginé que podía manejar el resto yo solo. Sin embargo, no funcionaba tan bien”.

“En el comienzo de los 90 un amigo nos regaló unos casetes de Kenneth Copelando. Pasamos sin oírlos como un año, hasta que un día los escuché en el auto mientras viajaba. De regreso a la casa le dije a Shirley: ‘¡Esto es un mundo totalmente nuevo!’

“Ella los escuchó y queríamos más. Nos hicimos colaboradores con KCM y aprendimos acerca de 2 Timoteo 2:15; decía que deberíamos estudiar para ser aprobados por Dios. Por primera vez en mi vida empecé a estudiar la Biblia. Asistimos a la Convención de Creyentes todos los años y aprendimos muchísimo. Yo creía en todo lo que Kenneth Copeland enseñaba—excepto en el área de las finanzas. Yo todavía pensaba que podía solucionar el problema”.

“Uno de los cambios más profundos en la vida de Shirley se produjo mientras leía el libro de Gloria, ‘Conociéndolo’. En ese libro Gloria dice lo siguiente: ¿qué pasaría si una mañana nos levantáramos y encontráramos a Jesús en la mesa del desayuno. Pasaríamos tiempo con Él, o diríamos algo como ‘estoy emocionada de verte… pero necesito irme. Tengo un almuerzo en el centro de la ciudad y que ocuparme de algunos negocios. Es probable que tenga tiempo de hablar contigo cuando regrese en la noche’ ”.

A partir de ese momento, Shirley se levantaba temprano y se encontraba con Jesús, en la mesa de desayuno. Ella oraba y leía la Biblia, haciendo tarjetitas de referencia con los versículos que le llamaban la atención. Ella miraba el programa la Voz de Victoria del Creyente a diario, e incorporó los libros de los Copeland en sus clases regulares del colegio hogareño.

Como ambos amaban leer los devocionales: “En búsqueda de su presencia” y “Crezcamos de Fe en Fe”, Shirley decidió incluirlos como parte del currículo.

Una vez al mes, cuando la revista La Voz de Victoria del Creyente llegaba, Shirley confesaba que algún día serían ellos los que saldrían en la revista y que “nuestra historia no sería una tragedia”, sino algo como: “Escuchamos la Palabra, creímos en la Palabra, obedecimos la Palabra y fuimos realmente bendecidos”.

Shirley se esforzaba por escuchar la Voz de Dios y obedecerla. En el supermercado, un día escogió sus cosas con cuidado, esperando no tener que sacar nada en el momento de pagar. La voz suave del Señor la interrumpió mientras compraba: Paga el mercado de la persona que está adelante en tu misma fila.

 

La bondad de Dios

Cuando se aproximaba a la caja, Shirley se dio cuenta que la mujer que estaba delante de ella tenía un carrito de compras repleto. Tragó saliva con dificultad al saber que tendría que devolver toda su comida; sin embargo, obedecería. En el último instante, una mujer anciana deslizó su canasta en frente de Shirley. Todo lo que tenía eran dos latas de habichuelas.

“Quiero pagarlas”, le dijo a la mujer que estaba a punto de pagar.

“Necesito esas habichuelas”, le respondió la mujer.

“No quiero tus habichuelas; solo quiero pagarlas por tú” le dijo Shirley, entregándole  el dinero a la cajera

Cuando Shirley salió del supermercado, la señora estaba esperándola.

“¿Por qué lo hiciste?” le preguntó. Shirley le explicó que el Señor le había instruido pagar por lo que tenía en su canasta.

“Mi esposo falleció”, continuó la mujer con lágrimas en su rostro. “Esta mañana le dije al Señor: ‘Hoy tendrás que aparecerte y dejarme saber que me amas si quieres que siga viviendo’ ”.

Ambas mujeres se regocijaron en la bondad de Dios.

“Cuando empezamos a asistir a las convenciones, tres de los cuatro niños estaban muy pequeños para asistir a la Academia Superkids”, recuerda Shirley. “Nos sentábamos en la sección del medio [en el auditorio principal] con almohadas, cobijas y meriendas. Nos quedábamos en hoteles baratos, comiendo sándwiches de mortadela y melón”.

“Cuando los niños tuvieron la edad para asistir a la Academia Superkid, estaban emocionados de poder participar. Cuando fueron grandes, voluntariaban como consejeros, levantándose a las 6 am para pararse en la fila en el centro de convenciones”.

 

Una excepción

“La Palabra estaba cambiando todo en nuestra vida, excepto las finanzas. Los acreedores llamaban día y noche. Mis padres jamás tuvieron deudas, así que ese tema no lo consideré como parte de nuestra charla prematrimonial. Cuando regresamos a casa después de la luna de miel, Barry bromeó diciendo que sólo tenía $20 en su bolsillo. ¡Yo me sorprendí al descubrir que ese era TODO el dinero que teníamos! No había dinero en el banco, ni ahorros”.

“Cuando los acreedores empezaron a rondarnos, me di cuenta que estábamos llenos de deudas. Sin embargo, la peor parte eran los secretos de Barry. Él no me decía lo que estaba sucediendo; sentía que no me amaba y esa situación puso en riesgo nuestro matrimonio”.

En el 2004, cuando Barry se dio cuenta que estaban al borde de la quiebra, su hijo mayor estaba aplicando para la universidad. Sin dinero para enviarlo, Barry aplicó por un préstamo.

Un día, sentado en su oficina, Barry leyó Romanos 13:8: «No tengan deudas con nadie, aparte de la deuda de amarse unos a otros…» Después leyó Proverbios 22:7, que dice: «Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de los prestamistas».

Repentinamente, Barry se sintió como un esclavo de las deudas.

Instantes más tarde, su banquero lo llamó.

“¡Barry, no lo vas a creer! Logré que te aprobaran un crédito aún con tu historial negativo”.

La convicción inundó a Barry en oleadas. “Gracias” le dijo, “pero no puedo aceptarlo”.

El banquero, quién conocía nuestra apretada condición financiera, suspiró. “Tu hijo no irá a la universidad” le dijo.

Así parecía.

 

Aplicando frenos a las deudas

“Por primera vez en la vida oré y le entregué nuestras finanzas a Dios” nos comenta Barry. “Después le prometí al Señor que no pediría un centavo adicional prestado. Estaba determinado a afianzarme en la Palabra de Dios y a caminar en Sus caminos”.

Lo primero que Barry tenía que hacer era hablar con Shirley. Él tenía que ser honesto con ella acerca del estado de sus finanzas y debía decirle acerca de la promesa que le había hecho a Dios. Después, juntos, tendrían que decirle a Ben que no podría inscribirse en la universidad.

“Él estaba decepcionado, pero nosotros fuimos honestos y lo ayudamos a entender lo que estábamos atravesando”, relata Barry. “Le dije que lo enviaría tan pronto como pudiera, sin deudas”.

Ben consiguió dos trabajos de medio tiempo para ayudar con las finanzas.

“Nosotros siempre habíamos diezmado; sin embargo, siempre había manipulado esa cifra, cómo diezmar del neto en vez del bruto”, recuerda Barry. “Esos días habían terminado. Dimos el diezmo completo y empezamos a ofrendar. Nombrábamos nuestras semillas y sembrábamos para que nuestra hipoteca fuera cancelada, por la educación de los niños y por ser libres de la esclavitud de las deudas”.

Una de las cosas que Barry admiraba acerca del hermano Copeland es que era un piloto. “Había soñado con volar desde niño” nos dice. “A los 21 años tomé mis primeras clases y en el transcurso de los años estudié para ser un piloto en forma intermitentemente. Ahora sembré una semilla por un avión”.

“Sé que hubiera tenido que esperar un tiempo; sin embargo, todo cambió de un momento para otro. Empecé a recibir llamadas para hacer grandes proyectos que nunca antes se habían presentado. Empezaron a llegar más trabajos y más dinero, y me puse al día con los pagos de la casa. Poco a poco, empecé a salir de deudas. Además de tener más ingresos, las cosas dejaron de dañarse. El devorador había sido reprendido”.

Un día Ben regresó frustrado del trabajo.

“Mamá” dijo, “aquí están los cheques de mis dos trabajos. ¡Eso no alcanza para nada!”

“¿Y que vas a hacer?” le preguntó Shirley.

“La única cosa que puedo hacer. ¡Voy a sembrarlo y dejarlo crecer!”

Shirley y Barry se alegraron de la decisión. Ellos siempre habían creído que los hijos aprenden más de lo que sus padres hacen que de lo que dicen. Ellos oraron y confesaron que sus hijos jamás serían atrapados por la esclavitud de las deudas, sino que vivirían bajo los principios de Dios.

Shirley y Barry estaban viendo como sus semillas echaban raíces y crecían.

En el 2006, dos años después de que Ben había planeado empezar la universidad, se mudó a California y se inscribió en la Escuela de Filmación de los Ángeles. Barry pagó en efectivo por esos estudios, y cuando se graduó con un diploma en producción de diseño, Ben no debía ni un centavo. Él se sorprendió de la gran cantidad de estudiantes que se graduaron y que tuvieron que enfrentarse a montañas de deudas. En retrospectiva, los dos años de espera habían valido la pena.

En menos de seis años desde que Barry le entregó sus finanzas a Dios y le puso el freno a las deudas, los Sharp han pagado todas sus deudas, incluyendo su hipoteca. Son libres de deudas y de estrés.

Mientras tanto Barry consiguió su licencia de piloto. Logró pagar en efectivo por un avión Cessna 172. En el 2015, cuando consiguió su certificación para volar por instrumentos, Barry pagó por un Piper Comanche 260 B.

“Cuando Barry tenía 16 años fue a un retiro de la iglesia y regaló su auto en una ofrenda” explica Shirley. “Durante nuestros años de casados, una cosecha de muchos autos ha llegado a nuestra vida como fruto de esa semilla. Así que, además de los dos aviones de Barry, en su hangar tiene un Cadillac antiguo, dos corvettes, un camaro SS convertible, un TR3 Triumph y una motocicleta. Cuando su hangar estuvo repleto decidió vender el avión Cessna. Barry se convirtió en un excelente hombre de negocios y se ganó mi respeto”.

En estos días Barry y Shirley vuelan a Fort Worth a la Convención de Creyentes en avión propio, y se hospedan en un hotel hermoso. Cuando sus hijos adultos—ninguno de ellos ha tenido deudas—se reúnen con ellos, frecuentemente bromean con su mamá, diciéndole: “Mamá, esta no parece la convención. Nuestro cuarto no huele a mortadela y melón”.

“Nos cansamos de la religión de malteada y de vivir bajo la esclavitud de las deudas” comenta Barry. “Colaborar con KCM y obedecer la Palabra de Dios nos liberó de ambas. Cuando empezamos a vivir la Palabra que dice: “Da y se te dará…” nuestro mundo cambió y verdaderamente somos bendecidos en todo lo que hacemos. La bendición del Señor nos ha hecho ricos”