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noviembre 24, 2014

¡Cree que recibes tu SANIDAD! – por Gloria Copeland

Ahora mismo puedes hacer tu decisión de vivir en salud divina, de la misma manera en la que tomaste tu decisión de aceptar a Jesús como Salvador. Primero, debes decidir estar sano. Luego, debes creer que has recibido la sanidad en tu cuerpo.
Así como la Salvación se ofrece a “cualquiera” que la acepte (Juan 3:16), también la sanidad es ofrecida a todos lo que crean que está a su disposición.
La palabra griega sozo que encontramos en Romanos 10:9 traducida como “salvo”, es la misma palabra traducida como “sano” en los evangelios. En Marcos 5:23, Jairo le pidió a Jesús: «…con mucha insistencia: “¡Ven que mi hija está agonizando! Pon tus manos sobre ella, para que sane (sozo) y siga con vida”». También vemos en Mateo 9:22 que a la mujer con el sangrado Jesús le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado (sozo)» (NVI).
Al resucitar de entre los muertos, Jesús compró sanidad para tu espíritu, tu alma y tu cuerpo. Has sido hecho completo.
Ahora mismo por fe, confiesa a Jesús como tu sanador de la misma manera que lo hiciste el Señor de tu vida. Haz que Jesús sea el Señor sobre tu cuerpo de acuerdo con Romanos 10:10 que dice: «Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación».
Haz de esta oración tu confesión: “De acuerdo con la Palabra de Dios, confieso con mi boca que Jesús es el Señor. Lo confieso ahora como mi sanador. Lo hago el Señor sobre mi cuerpo. Creo en mi corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos. Desde este momento mi cuerpo es salvo, sano, liberado y hecho completo.”

Mantente Firme
Ahora, resiste la tentación de estar enfermo de la misma manera que resistes la tentación de pecar. Esto te puede sonar muy simple, pero funciona porque la Palabra dice: «Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes» (Santiago 4:7).
Satanás es la fuente de la enfermedad. Cuando trate de poner enfermedades en tu cuerpo, rehúsate a aceptarlas en el Nombre de Jesús, porque la enfermedad va en contra de la voluntad de Dios para tu vida. Cuando identifiques el pensamiento más pequeño de enfermedad que satanás esté tratando de sembrar, busca 1 de Pedro 2:24 y lee en voz alta lo que Jesús ha hecho por ti: «Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados».
Recíbelo por fe y agradécele a Dios que por las heridas de Jesús has sido sanado.
La Biblia nos dice: «Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud» (Gálatas 5:1). Tu puedes disfrutar de salud divina con Jesús como tu sanador por medio de Su Nombre, Su Palabra y Su Espíritu. ¡Éso es verdadera libertad!
Pero para obtener resultados, debes creer que recibes cuando oras — no después que te sientas, o estés bien. Tienes que ser como Abraham: «su fe no flaqueó al considerar su cuerpo». En su lugar, consideró lo que Dios le dijo (Romanos 4:19-20).
Después de que has creído que recibes, los síntomas de la enfermedad pueden continuar, pero ese es el momento en el que debes mantenerte firme, sin temor, confesando la Palabra. «Por lo tanto, no pierdan la confianza, que lleva consigo una gran y gloriosa recompensa. Lo que ustedes necesitan es tener paciencia y resistir; para que, una vez que hayan hecho la voluntad de Dios, reciban [y disfruten por completo] lo que él ha prometido darnos» (Hebreos 10:35-36, AMP).
No permitas que esa confianza inamovible en Dios te sea arrebatada por satanás. Estás caminando por fe y no por vista.

Ponte de acuerdo con la Palabra
E.W. Kenyon enseña que existen tres testigos en recibir la sanidad: La Palabra, el dolor o la enfermedad, y tú.
Tú eres el factor decisivo. Si unes tu confesión con el dolor, estarás pasando por alto la Palabra que dice que has sido sanado. Si unes tu confesión con la Palabra, habrás pasado por alto el dolor.
La Biblia nos enseña que una cosa es establecida mediante dos testigos. La decisión está en ti. Te puedes poner de acuerdo con el dolor para que la enfermedad sea la que mande. O te atreves a ponerte de acuerdo con la Palabra, para que la sanidad sea establecida. Tus circunstancias copiarán a tus acciones y tu confesión.
Firme y pacientemente reconoce que la Palabra de Dios no falla. Rehúsate a andar por lo que ves, y muévete únicamente por la Palabra, y por tu confesión de Jesús como Sanador.
La Palabra cambiará lo que ves.
Satanás tratará de decirte que no eres salvo. Sus síntomas de dolor o enfermedad te sugerirán que no has sido sano. No caigas en sus mentiras. Al contrario, mantente firme en el conocimiento de la Palabra de Dios, creyendo que has recibido.

Ponte en posición para recibir
La misericordia de Dios se derrama de acuerdo con Su pacto, la Palabra. Dios se ha atado a sí mismo a Su Palabra, y debido a esto, sólo puede moverse libremente hacia aquellos que se ubican a sí mismos en una posición receptiva. Al actuar en la Palabra te colocas en esa posición.
Jesús le dijo a un hombre de la nobleza cuyo hijo estaba a punto de morir: «…tu hijo vive». Y ese hombre creyó en lo que Jesús le dijo, y se fue». La Biblia dice que el niño comenzó a estar mejor a la hora en que Jesús dijo «Tu hijo vive» (Juan 4:46-53).
Cuando crees que recibes tu sanidad, puedes ser sano instantáneamente, o es posible que tengas que actuar en el pacto de sanidad, a pesar de que tu cuerpo no se sienta sano. Una cosa de la que tienes conocimiento es: Cuando crees que recibes, la sanidad comienza a tomar lugar en tu cuerpo. Dios no puede mantener Su pacto sin sanarte — si tú has cumplido con las condiciones de ese pacto.
Estás aprendiendo a moverte por la Palabra de Dios, en lugar de lo que ves y sientes. Así es como funciona la fe. Te estás transformando en ese hombre o esa mujer de fe que has anhelado ser.
Tu fe se fortalece a medida que la usas para actuar en la Palabra de Dios.
A medida que aprendes a mantenerte en contra de satanás y sus síntomas, verás que cada vez se hace más fácil. Pero, no existe una fórmula efectiva a menos que continuamente ejerzas la fuerza de la fe a través de la alimentación en la Palabra.
Si lo haces, llegará un momento en el cual simplemente irás a 1 de Pedro 2:24 para reforzar la Palabra de que fuiste sanado y agradecerle a Dios por su Palabra de sanidad, y luego continuarás en tu día. Haz tu decisión de estar bien. ¡Cree que recibes!