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Finanzas

¿Querrá Dios que prospere?

Las personas tienen la idea de que las cosas espirituales están separadas de las cosas materiales. Pero eso no es verdad. Las leyes espirituales gobiernan todas las cosas materiales. Recordemos que un Espíritu (Dios) fue quien creó todo.

Así que las leyes de la prosperidad obrarán a favor de cualquiera que cumpla con los requisitos bíblicos y viva conforme a ellos. La voluntad de Dios con respecto a nuestra prosperidad financiera y abundancia, está revelada con claridad en la Biblia.

La promesa de Dios siempre ha sido: «Si ustedes quieren y me hacen caso, comerán de lo mejor de la tierra» (Isaías 1:19). Aunque debes entender que estar dispuesto significa mucho más que sólo decir: “Bueno Señor, si deseas prosperarme, entonces prosperaré”. Estar dispuesto significa activar tu fuerza de voluntad, y decidir que recibirás por fe lo que Dios te prometió, sin importar que las circunstancias parezcan imposibles. Y, ¿por qué quiere Dios que prosperemos? La Biblia dice: «El que antes robaba, que no vuelva a robar; al contrario, que trabaje y use sus manos para el bien, a fin de que pueda compartir algo con quien tenga alguna necesidad». (Efesios 4:28)

El objetivo principal de obtener un empleo y prosperar, es que a través de las leyes de Dios puedas prosperar para luego hacer algo en contra de la pobreza del mundo. Algunas personas adineradas no quieren hacer nada más que continuar siendo ricas. Pero si sales, y le predicas el evangelio a una persona nacida de nuevo en África, esta persona tendrá una esperanza por primera vez en su vida. ¡Pues alguien que está muriendo de hambre no necesita prosperidad para comprar un Cadillac! Sino necesita que Dios le muestre cómo obtener fe para que llueva sobre su tierra árida.

El evangelio no sólo les da esperanza a las personas para el Reino venidero, sino también lo hace a través de Jesús y del mensaje de que Dios quiere prosperar a Su pueblo. ¡Dicho mensaje les brinda esperanza a las personas aquí y ahora! El deseo de Dios es tu prosperidad.

Referencias bíblicas: Gálatas 3:13-14; Deuteronomio 28; 2 Corintios 8:9; Lucas 6:38.