«Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David.»
(Isaías 55:3)
Dios, en Su gran amor, nos prometió a cada uno de nosotros, entregarnos las misericordias firmes de David. ¿A qué se refiere con las misericordias firmes de David? Son las misericordias que Dios nos otorga para recibir grandeza, a pesar de nuestros pecados y errores.
En 2 Samuel 7:8, se nos relata que Dios tomó a David del redil: «…de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel». ¡Dios tomó a David de la nada, y lo convirtió en rey! Y hace lo mismo por todos aquellos que hemos recibido a Jesús como nuestro SEÑOR y Salvador. Nos levantó de las cenizas del pecado, y nos convirtió en príncipes, junto a los príncipes de Su pueblo (Salmo 113:7-8). Dios nos sacó de las tinieblas, y nos transformó en la luz del mundo. Nos liberó de la maldición, y nos hizo como a Abraham: una BENDICIÓN para todas las familias de la Tierra (Génesis 12:3).
Quizá usted piense que su vida es un completo desastre, y que Dios no podría hacer nada para ayudarlo. ¡Pero sí puede! Es más, usted puede estar seguro de que Él lo hará; pues Dios mismo dijo que Sus misericordias son ¡firmes! La palabra firme tiene un significado poderoso: “Sin lugar a dudas, certero, confiable y positivo. Y también quiere decir: Fiable, seguro, fidedigno, que nunca se ausenta, huye o abandona; infalible y firme.
Ni siquiera debe preguntarse si Dios derramará Sus misericordia sobre usted, y mucho menos pierda su tiempo deseando que Dios le permita hacer hago grande en Su reino. Puede estar seguro de que así será porque ¡Su PALABRA es firme!
Entonces, puede abrir la puerta para que esas misericordias fluyan en su vida, haciendo lo mismo que David llevó a cabo. Él tomó para sí las palabras que le dijo, las puso en su boca y las declaró en alabanzas al Señor. Así fue como David vivió bajo el poder y el pacto de Dios.
Abraham hizo lo mismo. En Romanos 4:20-21, leemos: «Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido» (NVI).
No espere a que las tormentas de la vida lo azoten para proclamar esa verdad. Hágalo todo el día, los siete días de la semana. Llene su boca con las promesas de Dios selladas con sangre, y alábelo basado en esas promesas. Entonces, cuando el diablo venga a intentar robarle, será detenido por la muralla de fe y alabanza que lo rodean. El enemigo no podrá impedir que las misericordias firmes de David lo saquen de la nada y lo conviertan en un rey.