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Pregunta del día

diciembre 25

¿Cómo demuestra Dios Su amor por nosotros?

En el Antiguo Testamento se encuentra una palabra que describe el amor de Dios por nosotros: Hesed. Y se traduce como: “Misericordia, bondad, tierna misericordia, Su amor bondadoso y fidelidad”. Hesed es la fuerza que surge del interior de alguien, con el propósito de beneficiar a otros. Otra manera de describirlo, sería con la relación entre hermanos de sangre. Desde la perspectiva de Dios, la mejor manera de describirlo sería utilizando el versículo Juan 3:16: “Porque de tal manera ‘Hesed Dios al mundo, que ha dado a Su hijo unigénito…” (Paráfrasis del autor).

Después de que Adán pecó y dobló sus rodillas ante Satanás, perdió su relación estrecha con Dios. Cuando eso sucedió, lo primero que Dios hizo fue matar a un animal para proporcionarle ropa a Adán, quien antes estaba vestido con la gloria de Dios. Sin embargo, un tiempo después, el Señor encontró a Abram, un hombre con quien podía establecer un pacto, un hombre que le enseñaría ese pacto a sus hijos (Génesis 18).

¿Por qué Dios necesitaba de la sangre de los animales? Porque no tenía Su propia sangre para derramar. Cuando Abram pecó, Dios dijo: “Tomaré de la sangre de un animal, en lugar de la suya. Y lo trataré como si nunca hubiera pecado. Se lo contaré como justicia —porque él cree en mí” (Gálatas 3).

Hay dos cosas muy importantes que resaltar acerca de ese pacto. Primero, Dios hizo ese pacto con Abram y su descendencia —Jesús— (Gálatas 3:16).  Dios estaba haciendo un pacto de sangre con un hombre, y Él esperaba que ese pacto, esas palabras, crearan un cuerpo con sangre —Jesús— con el cual pudiera jurar. Dios estaba sellando el pacto con la sangre de Su hijo, quien como hombre pagó el precio de nuestra transgresión de ese pacto (Gálatas 3:13).

Segundo, somos redimidos de la maldición de la ley; como herederos en Cristo, hemos recibido la bendición de las promesas que Dios le hizo a Abraham (Gálatas 3:14). No podemos recibir la bendición estando bajo la ley, pero sí al recibir la promesa por gracia. En Cristo, tú y yo somos simiente de Abraham. Somos herederos por la promesa (Gálatas 3:29). No por sangre de vaca u ovejas, sino por la sangre del Dios todopoderoso.

Tenemos un pacto entre un hombre resucitado e inmortal, Jesús, y un santo e infalible Dios. Ni siquiera ellos pueden romper ese pacto. Es más, nosotros tampoco podemos. Cuando pecamos, perdemos nuestra comunión; pero sólo debemos confesar nuestro pecado y retomar nuestra comunión (1 Juan 1:9).

Cuando el diablo venga contra ti, cuando las enfermedades y las dolencias vengan en tu contra, cuando el temor, la preocupación, la ruina o la pobreza, vengan a arremeter contra ti ¡recuerda ese pacto!

Recuerda la sangre, las promesas y la Palabra. Tienes una relación de hermanos de sangre, sólo vuélvete a Él.