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Pregunta del día

julio 14

¿Cómo creó Dios al hombre?

La Creación que se describe en Génesis es probablemente uno de los temas más interesantes de la Biblia. El hecho de que Dios creara la Tierra, como ya sabemos, en seis días es algo realmente asombroso. Aunque no logremos comprender a plenitud, con nuestra mente natural, que sucedió en ese periodo de tiempo; podemos comprender la cadena de los primeros eventos a medida que estudiamos los primeros dos capítulos de Génesis.

Dios inició el proceso de la creación en Génesis 1:3: «Y dijo Dios: “¡Que haya luz!” Y hubo luz». A medida que avanzamos en la lectura, podemos encontrar siete veces más, la declaración: “Dios dijo” en ese capítulo (Génesis 1:6, 9, 11, 14, 20, 24, 26). En los tres últimos: “Dios dijo”, Él le habla a la materia y la llama a existencia. Cuando Dios creó la vida marina le habló al agua, y cuando creó a los animales le habló a la Tierra.
Sin embargo, presta atención a lo que Dios declaró cuando creó al ser humano. Se habló a Sí mismo:

«Entonces dijo Dios: “¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!”. Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó» (Génesis 1:26-27).

¿Por qué creó Dios al ser humano de una manera distinta al resto de seres vivos? Porque el núcleo de la materia del ser humano no era sólo tierra y agua, sino espíritu. Para entender esto, debemos saber que el ser humano es un ser tripartito —espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12). El espíritu es el ser interior de una persona, la parte que le da vida. El alma es donde se realiza la toma de decisiones, donde surgen los pensamientos y las emociones. Y el cuerpo es la casa física donde habita el ser humano.

Por tanto, lo que vemos en Génesis 1:26-27, es cómo creó Dios el núcleo o espíritu del ser humano. Él lo hizo al hablarle a Su Espíritu. El espíritu humano fue creado con “una parte de Dios”. Nosotros somos producto de Su esencia.
En Génesis 2:7, encontramos cómo Dios formó el cuerpo humano con el polvo, y luego sopló en él un espíritu: “Luego el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus fosas nasales el aliento de vida; y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Traducción libre de New American Standard). Cuando mezclamos esos dos pasajes, podemos ver que el cuerpo humano fue formado de polvo, pero se convirtió en un espíritu viviente cuando Dios se habló a Sí mismo y sopló aliento de vida en su cuerpo físico.

En resumen, siempre debemos recordar que no hay ninguna otra criatura, excepto el hombre, que haya sido creada tanto de polvo como de palabras de fe. Esa asombrosa verdad inspiró el Salmo de David: “La gloria del Señor y la honra del hombre” en el Salmo 8:

“Cuando contemplo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas, las cuales creaste; me pregunto: ¿quién es el ser humano para que pienses en él, y el hijo del hombre para que te preocupes por él? Sin embargo, lo hiciste un poco menor a ti, ¡y lo has coronado de gloria y majestad! Lo has puesto a gobernar sobre la obra de tus manos; Tú pusiste todas las cosas bajo sus pies, todas las ovejas y ganado, y las bestias del campo también, asimismo las aves del cielo y los peces del mar, todo lo que se encuentra en las profundidades del mar. Oh Señor, nuestro Dios, ¡cuán grande es Tu nombre en toda la Tierra!” (Salmos 8:3-9, NASB).