«Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.»
(Mateo 5:23-26)
Cuando usted esté en desacuerdo con alguien, no desperdicie ni un minuto. Búsque a esa persona y arregle las cosas. Haga lo que sea necesario, con el fin de mantener el vínculo de la paz (Efesios 4:3).
Si ellos no admiten estar equivocados, y le dicen que toda la culpa es suya; no discuta, esté de acuerdo con ellos. Sea lo suficientemente espiritual, para asumir toda la responsabilidad de la situación. Humíllese y exprese: “Fue mi error y quiero corregirlo. Te amo, y por sobre todas las cosas quiero que volvamos a estar en armonía”.
La mayoría de las veces, la otra persona se levantará y responderá: “No, no, no… también fue mi error. ¡Me equivoqué! ¡Perdóname!”. Y en los siguientes minutos, pasarán un tiempo maravilloso discutiendo quién llevará la culpa, y al final terminarán amándose más que nunca.
Incluso si eso no sucediera, usted estará mejor, pues en la Palabra se nos declara con claridad qué nos sucederá si andamos en rencillas y en contiendas. Pagaremos un alto precio, y terminaremos en una prisión de tormentos que no sólo nos afectará a nosotros, sino a las personas que nos rodean.
Seré franco al respecto. Los cristianos que insisten en permanecer en la contienda, son como células enfermas dentro del Cuerpo de Cristo. Arruinan las células que están conectadas a ellos. Éstas personas llegan a un grupo cristiano, donde todos se aman y están compartiendo un hermoso tiempo, le dicen a un par de personas que alguien está molesto con ellos, y poco tiempo después todos están molestos. Ese tipo de persona van con un hermano y con otro, chismeando y esparciendo ese espíritu de contienda, hasta que todo el grupo se enferma espiritualmente.
Debido a que nuestro Padre celestial ama a todos Sus hijos, no va a permitir que uno eche a perder a todos. Él va a buscar la manera de mantenerlos al margen, y los pondrá en cuarentena espiritual hasta que corrijan sus pasos.
Si cree que Dios no hará eso en su caso, debido a que usted piensa que tiene la razón con respecto al problema, piénselo dos veces. Como le dije antes, si usted está en contienda, aun teniendo la razón —estará en lo incorrecto—. Por tanto, cualquiera que haya sido el problema entre usted y la otra persona, no permita que el problema lo aprisione. Arregle las cosas con su adversario y reconcíliese con él. El único costo que tendrá que pagar será su orgullo, un precio pequeño que tiene que pagar, a fin de permanecer libre.