«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados… Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.»
(2 Corintios 5:17-19, 21)
Aunque la Biblia manifiesta de forma clara que somos los favoritos de Dios, existen cristianos que tienen problemas en creer, pues están llenos de recuerdos de las cosas malas que hicieron. Piensan en los errores o pecados que han cometido, y se preguntan: ¿Cómo es posible que Dios se deleite conmigo? O ¿Cómo podría un Dios Santo complacerse con un pecador que ha actuado de forma impura como yo?
Él lo puede hacer porque ya no lo ve como un pecador, pues al momento que creemos en Jesús y lo recibimos con nuestro Señor; Dios lava nuestro pasado con la sangre de Jesús, y reemplaza la pecaminosidad que había en nosotros con Su justicia. Desde ese momento, Él nos considera Sus hijos (¡que en realidad somos!). Y como hijos amados, nos favorece.
Años atrás, Kenneth y yo recibimos la carta de un hombre que prueba esta verdad. Este hombre era un criminal que había pasado muchos años en prisión por el delito de violación de niños. Pero cuando tenía 70 años de edad, se encontraba viendo uno de nuestros programas de televisión; le pidió a Jesús que lo salvara, y nació de nuevo.
Durante los siguientes meses, continuo mirando los programas televisivos y leyendo la Biblia; aprendiendo todo lo que podía ya que estaba hambriento de Dios. Deseaba dar testimonio de lo que el SEÑOR había hecho en él, y fue así como le escribió una carta al juez que lo había sentenciado contando lo que le había sucedido. Aunque él no pidió nada, el juez se conmovió tanto por la carta que lo ayudó a acortar la sentencia que tenía que pasar en prisión. Meses después, el prisionero de 70 años quien había pasado más tiempo en prisión que fuera de ella, finalmente fue puesto en libertad. ¿Por qué? ¡Por el favor de Dios!
Recuerde esa historia si en alguna ocasión llegará a pensar que ha hecho algo tan malo que ha perdido para siempre su lugar como uno de los favoritos de Dios. Recuerde, no existe nada que usted pueda hacer que sea más fuerte que el amor de Dios, su alcance es tan grande que no importa qué tan perdidos nos encontremos; al momento en que mencionamos Su Nombre, Él está ahí para perdonarnos, cambiarnos y colocarnos en el lugar a donde pertenecemos como Sus hijos: en medio del favor de Dios.