«Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.»
(Efesios 5:17-19)
En tiempos de tribulación o problemas, no es suficiente que tengamos el fruto del espíritu habitando en nosotros como un pozo de agua dentro de nuestra vida, esperando a que nosotros la saquemos. Es importante que brote con la fuerza de una fuente. Es necesario que corra como una inundación, que haga retroceder los ataques del diablo, y que nos impulse hacia nuestra victoria.
En esos momentos, necesitamos que Su Espíritu esté dentro de nosotros, de la misma forma que Jesús enseñó: Como ríos de agua viva fluyendo en nuestros corazones (Juan 7:38). Tenemos que hacer más que solamente contener el Espíritu de Dios, debemos estar llenos de Él.
Aunque la Biblia enseña que somos bautizados en el Espíritu Santo sólo una vez, podemos llenarnos de Él muchas veces. De hecho, la traducción griega literal de Efesios 5:18, dice: «Estar siendo llenado con el Espíritu», o ¡ser constante y repetidamente lleno!
La fresca llenura llega cuando invertimos tiempo en comunión con El SEÑOR, leyendo o escuchando La PALABRA, orando, adorando y cantando alabanzas a Él. Cuando hacemos esto, la naturaleza de Dios dentro de nosotros se carga de energía de manera poderosa. El amor, la paz y el gozo que habitan silenciosamente dentro de nosotros, ¡comienzan a brotar como un torrente, quitando todos los obstáculos del camino!
Analícelo desde la perspectiva negativa, y se dará cuenta con más claridad a qué me refiero. Por ejemplo, cuando una persona que no ha nacido de nuevo, tiene la naturaleza pecaminosa dentro de ella; y peca de forma natural y de continuo. Sin embargo, cuando un espíritu demoníaco se mueve dentro de ésta, de repente su naturaleza pecaminosa se carga de más energía. Ése espíritu pone una fuerza extra detrás de la naturaleza pecaminosa de la persona, y la sumerge por completo dentro de su pecado.
Lo mismo ocurre con nosotros, sólo que a la inversa, cuando tenemos comunión con el Espíritu Santo. Cuando estamos recién llenos de Él, Dios se une con nosotros y se convierte en nuestro Ayudador y Fortalecedor. Él fortalece nuestra naturaleza de justicia, y nos sumerge en Él de forma sobrenatural; a fin de que el carácter de Dios no sólo habite, sino que abunde en nosotros.
No espere hasta que los problemas lleguen para obtener esa fresca llenura. Hágalo de antemano empezando cada día con un tiempo de comunión, adoración y alabanza. Luego, cuando el diablo quiera ponerle cargas, ni siquiera podrá acercarse a usted. La fuerza de ese río de vida fluyendo desde su interior, ¡empezará a hacer que el diablo retroceda, y usted ni siquiera notará que él estuvo ahí!