«No se dejen engañar: Las malas compañías corrompen las buenas costumbres»
(1 Corintios 15:33, NVI).
¿Por qué cree usted que las malas compañías corrompen las buenas costumbres? Porque las personas con quienes nos relacionamos tienen influencia en nosotros. Cuando convivimos con personas que tienen una mente negativa, pronto comenzaremos a pensar y a hablar de forma negativa. Pero cuando nos relacionamos con personas que tienen una mente positiva, nosotros actuaremos de forma positiva y optimista.
Por esa razón, si usted desea vivir en amor, tenga comunión con Dios. Él es amor, entonces mientras más comunión tenga con el SEÑOR; más vivirá usted en amor. Mientras más escuche Su voz y atienda Su PALABRA, actuará de forma más amable y sus palabras estarán más llenas de amor. Sin que lo note, Su naturaleza comenzará a “contagiarlo”. La influencia de Dios hará que sus cualidades se manifiesten de forma natural; y usted empezará a vivir, a hablar y a actuar en amor.
¿Ha conocido a alguien que haya sido criado en una parte del país en donde las personas hablan de manera diferente? Si esa persona se muda después de haber crecido en ese lugar, a menudo pierde gran parte de su acento original. Y comienza a hablar más como las personas del área donde vive en ese momento. Pero si la colocamos en un grupo de personas de su ciudad natal, su manera de hablar cambiará. Ese acento original regresará más fuerte que nunca. La influencia de las personas de casa, sacará de forma natural su acento y las frases que utilizaban al crecer. De pronto, sin ningún esfuerzo, se escucharán de nuevo como las personas que solían ser.
Lo mismo nos sucede cuando tenemos comunión con el SEÑOR. Su presencia y Su personalidad divina influirá tanto en nuestra vida que, sin esforzarnos, nos amoldaremos a la imagen de Jesús. Comenzaremos a actuar por fuera por quienes somos en el interior —una nueva creación nacida de la naturaleza de Dios—. Un autor que comprendió ese principio fue Donald Gee. En su libro que habla acerca del fruto del Espíritu, escribió:
Perder nuestra comunión con el Señor, nos hace fracasar cuando queremos producir fruto espiritual. Ni la más grande cantidad de obras cristianas, y tampoco ejercer los dones cristianos puede sustituir nuestra comunión con Dios. Ahora bien, nuestra constante comunión con Cristo produce el fruto del Espíritu sin que lo notemos. Otros lo notarán antes que nosotros, y de esa manera es mejor.13
Recuerde eso la próxima vez que su agenda esté saturada, y se encuentre demasiado ocupado como para pasar tiempo con el SEÑOR. Acuérdese que Su compañía es lo que produce el fruto del espíritu. Sólo Su compañía puede producir el amor de Dios en usted.