«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.»
(Efesios 2:8)
Una de las cosas más maravillosas acerca de la gracia de Dios y de Su favor hacia nosotros es que nunca se acaba. Nos mantiene en un constante estado de salvación. Cada vez que la necesitamos, siempre está ahí para nosotros y recuerde que la necesitamos todo el tiempo.
No somos salvos porque lo hayamos ganado o porque lo merezcamos, sino porque Dios nos ama y es bueno. En realidad, ésa es la razón por la que obtenemos cada una de las BENDICIONES que Dios nos ha dado. Nadie ha merecido la bondad de Dios, excepto el SEÑOR Jesús.
Si dependiera de nosotros, no mereceríamos nada más que a juicio y castigo. Pero gloria a Dios, no depende de nosotros; sino del precio que Jesús pagó por nuestros pecados, a fin de darnos Su justicia.
Eso es lo mejor que la gracia ha hecho, y fue Dios quien nos dio esa gracia cuando nos encontrábamos en lo peor de nuestra vida; nos la dio aun cuando estábamos muertos espiritualmente y viviendo en pecado. Pero eso no fue todo, en Romanos 8:32 leemos:«El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?» Él seguirá derramando Su gracia, y nos rodeará de ella por la eternidad. Su amor y Su poder nos cubrirá las 24 horas del día, sólo debemos tomar por medio de la fe; recibiremos lo que necesitamos.
Algunas veces, pensamos que debemos esperar a que Dios se acerque, pero la verdad es que Él está esperando a que nosotros nos acerquemos. Él ya ha hizo todo lo que se necesita para que todas nuestras necesidades sean suplidas. Pero para que Su provisión y Su gracia se activen en nuestra vida, tenemos que creerle.
Así es como el sistema de Dios funciona. Por ejemplo, el nuevo nacimiento, Dios lo dejó para las personas de la Tierra, está disponible para todos las 24 horas del día, los siete días de la semana. Una persona puede estar sola, perdida y camino al infierno en lo más profundo de la selva de África. Pero en el momento que se atreve a creer en su corazón, y al confesar con su boca que Jesús es su Salvador; la gracia de Dios estará allí para salvarla y en ese mismo instante, el poder de Dios te hará una nueva criatura.
Esa misma gracia está disponible para nosotros hoy, y se queda de manera permanente en nuestra vida para traernos salvación en cada área —espíritu, alma y cuerpo—. Si sólo nos atrevemos a creer y a recibirla, ni todos los demonios del infierno podrán evitar que la bondad de Dios obre en nuestra vida. Nada nos podrá vencer si nos mantenemos recibiendo ¡la inagotable gracia!