«En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.»
(Hechos 20:35)
La mayoría de personas recitan este versículo sin tener la menor idea de lo que en realidad significa. Expresan en su tono de voz más santo “¡Amén hermano! Es más BIENAVENTURADO dar que recibir”.
¿Por qué? ¿alguna vez se ha formulado esa pregunta? ¿Por qué es mejor dar que recibir?
Permítame explicárselo, cuando usted da comienza a comprender algo más acerca del corazón de Dios. También cuando da con una actitud alegre y con un deseo genuino de bendecir, logra darle un vistazo a los planes que Su Padre Celestial ya tenía en mente de bendecir a otra persona. Mientras más dé, más comprenderá cuánto gozo recibe al dar. Entonces empezará a descubrir cuán emocionante es ser como el SEÑOR. Y será más consciente de que Dios habita en su interior, y que Su naturaleza emana vida cuando usted empieza a expresarlo.
Además, a medida que usted experimente el gozo de BENDECIR a otros, obtendrá ,de forma directa, la perspectiva de cuánto el SEÑOR disfruta bendecirlo; y como resultado, su fe se incrementará. Por esa razón, dar activa el proceso de recibir. Por el contrario, recibir no activa el proceso de dar. Cuando usted da, su revelación del amor de Dios se incrementa, y podrá recibir más. Luego, como resultado de comprender la emoción del proceso de dar a los demás, ¡recibir sólo se vuelve un medio para dar más!
Si usted comienza a dar y continúa haciéndolo, se parecerá más a Dios cada día. Deseará suplir cada necesidad que vea en su camino. Mi madre era así, no tanto en el área financiera, sino en la oración. Ella obtuvo una revelación del poder de la oración, y comenzó a orar por otros desde que era muy joven. Permanecía ante el trono de Dios de día y de noche, pidiendo BENDICIÓN o ayuda para aquellos que la necesitaban. Invirtió su vida orando por las personas, y obtuvo más gozo del que se imagina.
En el proceso, ella aprendió más de Dios que de cualquier otra persona que conozca. Era tan cercana a Dios que podía lograr que Él hiciera cualquier cosa por ella. Recuerdo que en una ocasión el SEÑOR me garantizó que nunca fracasaría en el ministerio. Cuando le pregunté al respecto, me respondió: Porque tu madre siempre esta ante Mí.
Mi madre se comportó de esa manera incluso en sus últimos días sobre la Tierra. Justo antes de morir, estaba tan débil que el médico le ordenó que no orara por nadie. Su cuerpo estaba debilitado, y él quería que ella guardara fuerzas. Sin embargo, aún en esas circunstancias oró para que las personas que se encontraban a su alrededor en ese hospital, se recuperaran por completo.
Incluso en momentos en los que se esperaba que ella pidiera oración, aún tenía la emoción de dar a los demás. Sin duda, entró al cielo gritando: “¡Aleluya!”, y buscando a alguien por quien orar, ¡pues ella descubrió que es más BIENAVENTURADO dar que recibir!