«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;...»
(Mateo 7:22-23)
A medida que nos comprometemos a vivir en amor, debemos velar porque nuestro corazón permanezca de continuo viviendo en esa clase de amor genuino. Dios anhela que nuestras acciones sean respaldadas por el deseo auténtico de servir. El Señor quiere que seamos motivados por el deseo sincero de BENDECIRLO a Él, y a los demás.
Quizá usted se pregunte: “¿Acaso no es el amor el que siempre motiva ese tipo de acciones?”.
No, no es así. En 1 Corintios 13, se nos enseña que es posible dar todo lo que tenemos a los pobres; y quemar nuestros cuerpos a causa del servicio al SEÑOR, sin llevarlo a cabo con amor. Jesús afirmó que habría personas quienes profetizarían, harían señales e incluso que echarían fuera demonios en Su nombre, sin conocerlo. En otras palabras, harían esas obras sin amor. Recuerde que Dios es amor.
Podemos hacer cosas que parezcan actos de servicios realizados por amor y obras de caridad. Sin embargo, en lugar de que nuestra motivación sea el amor, nuestra motivación puede ser nuestro deseo de probarle a otros cuán maravillosos y espirituales somos.
En realidad, eso no es amor. Es otro tipo de egoísmo. Es centrarse en uno mismo en lugar de centrarse en los demás. Es una clase de seudo-amor que desagrada a Dios.
¿Cómo podemos estar seguros que no hemos caído en esa situación? Al mantenernos revisando nuestro nivel de gozo. Jesús expresó en Juan 15:10-11 que nos dio el mandamiento del amor, a fin de que su gozo permanezca en nosotros y que nuestro gozo fuera pleno. Por tanto, podemos estar seguros que si no tenemos gozo, es porque no estamos viviendo conforme al amor de manera genuina.
En lugar de estar felices de servir a otros, y realizar los sacrificos que eso conlleva, nos sentiremos incómodos al respecto. En nuestro interior, suspiraremos y pensaremos: Creo que debo hacerlo porque es lo correcto. No tengo muchas ganas de realizarlo, pero es mi deber, así que lo llevaré a cabo.
Francamente, nadie quiere recibir ese tipo de amor, Dios no lo quiere, y tampoco alguien más. Por tanto, si piensa de esa manera, haga un cambio. Entre en la presencia del SEÑOR. Alabe y tenga comunión con Dios hasta que el espíritu de amor genuino vuelva a habitar en usted. No se conforme con sustitutos superficiales. Cuando se trata de amor, asegúrese de que usted tenga el amor auténtico que proviene del Señor.