«…Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas se aparten de ti y de tus casas…»
(Éxodo 8:9)
¿Alguna vez has tenido que lidiar con uno de esos problemas que por nada del mundo desaparecen y es inmune a todas las soluciones? Le haces frente desde todos los ángulos y aplicas todos los métodos, pero en lugar de desaparecer más bien se agrandan, se multiplican y quedan fuera de control por completo.
La Biblia nos dice que Faraón enfrentó esa clase de problema hace miles de años. Faraón tuvo una disputa muy fuerte con Dios sobre el futuro de los israelitas, y como resultado de esa disputa, se despertó una mañana y descubrió que su país estaba lleno de ranas: ranas viscosas y malolientes saltando por todas partes.
Era un problema sumamente serio. No hablo de una rana o dos en el jardín. Había ranas en todas partes. Había ranas en las camas y sobre las mesas. Había ranas viejas y grandes en los hornos, ranas en la masa del pan y en el agua potable, ranas en el pelo, ranas en lugares que uno no quisiera para nada encontrar.
Entonces Dios hizo algo: envió a Moisés a preguntarle a Faraón: «…Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas se aparten de ti y de tus casas…».
¿Sabes cómo contestó Faraón?
«Mañana».
¿Te lo imaginas? Él pudo haber dicho: “¡Ahora mismo!”. Pero en cambio, decidió que pasaría una noche más entre las ranas.
Tu podrías decir: “Ésa es la cosa más tonta que jamás haya oído. ¿Por qué diría mañana?”. No lo sé. Probablemente por la misma razón que tú quieres esperar hasta mañana para ser salvo, sano o próspero.
Observa que, cuando Moisés le hizo a Faraón esa pregunta y él respondió: “Mañana”, Moisés dijo: «Así se hará, tal y como lo has dicho, para que sepas que no hay dios como el Señor nuestro Dios.» (Éxodo 8:10).
Déjame preguntarte esto: ¿Por cuánto tiempo permitirás que ese problema te atormente? ¿Cuándo te desharás de las ranas en tu vida? ¿Te das cuenta de que estarán ahí mientras tú las dejes? Las ranas se quedarán ahí hasta que tomes la decisión de acudir a la Palabra de Dios y echarlas.
¿Por qué no lo haces hoy mismo?
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