«Y perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros. Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros. Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros.»
(Levítico 26:7-9)
Hasta ahora, la mayoría de cristianos se ha enfocado principalmente en su propio crecimiento espiritual. Nos hemos percatado de que somos nosotros los responsables de desarrollar nuestra fe; y de utilizarla para vencer nuestra carne, y para derrotar al diablo. Ésta ha sido una buena y necesaria revelación. Sin embargo, entre más crezcamos en amor, más conscientes seremos de que no podemos cumplir el plan de Dios sobre la Tierra de forma individual. Éste sólo puede cumplirse cuando nos unimos como un solo cuerpo.
Individualmente, quizá podamos enfrentar a los demonios que vengan en nuestra contra. Podemos resistir y vencer a los pequeños demonios de enfermedad y de desanimo que nos atacan a nosotros, y a nuestras familias. Pero ésos no son los únicos que andan por allí. Existen miles que de continuo actúan para molestar, irritar y obstaculizar el progreso de la Iglesia. Existen muchos de estos demonios a los cuales Jesús los comparó con las moscas llamando a Satanás: Belcebú, que significa: “señor de las moscas”.
Ninguno de nosotros, en lo individual, puede enfrentarlos a todos a la vez, sin embargo, cuando comenzamos a andar juntos en amor, en la Biblia se afirma que nuestro poder espiritual y nuestra efectividad aumentan exponencialmente. De pronto, el protagonista que Dios estableció en Levítico, entra en acción y no sólo nos desharemos de esos pequeños demonios personales que han obstaculizado nuestros pasos, sino también estaremos expulsando a miles de los que han estado oponiéndose ¡al plan de Dios en la Tierra!
Esto sucedió en el libro de Hechos. Allí leemos que los primeros creyentes eran de un solo corazón y de una misma alma (Hechos 4:32). Ellos se amaban tanto y permanecían tan unidos que la Iglesia estalló en crecimiento. A diario se veían señales y maravillas. Las personas sacaban a los enfermos a las calles para que fueran sanados cuando Pedro pasara por ahí. La Iglesia tuvo mucho éxito en Jerusalén y el diablo no pudo hacer nada para impedirlo.
¿Puede suceder esto de nuevo? ¡Por supuesto! Puede y ocurrirá. Mientras más nos unamos en amor, más poder veremos. Cuando nos comprometamos los unos con los otros, así como nos hemos comprometido con el SEÑOR, rehusándonos a criticarnos y buscando de manera continua cómo bendecir a los demás y edificándonos entre nosotros, pisotearemos al diablo en cada movimiento. Y la Iglesia del SEÑOR Jesucristo ahuyentará a las moscas.