«Porque el Hijo de Dios, Jesucristo… no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén…»
(2 Corintios 1:19-20)
“¡Dios, me siento enfermo! Me duele la cabeza y el estómago, me arde la piel. ¡Necesito que me sanes!”.
¿Alguna vez ha orado de esta manera? Si es así, ¡no vuelva a hacerlo!
Uno de los principios de la fe es que usted presente su petición delante del Señor basado en Sus promesas, y no en sus necesidades.
Hace algunos años, yo aprendí esto en el área de la sanidad. Jamás acudo ante el Señor expresándole cuán enfermo me encuentro para luego pedirle sanidad.
En Isaías 53:5, se me asegura que Jesús me proveyó sanidad por medio de Su sacrificio en la cruz. Entonces cuando mi cuerpo experimenta síntomas de enfermedad, declaro lo siguiente:
Te agradezco Señor por proveerme la sanidad. Por fe y en el nombre de Jesús, recibo ahora esa provisión. Me pongo de acuerdo con Tu Palabra, la cual afirma que por Su herida yo fui sanado (1 Pedro 2:24).
Recuerde que si usted continúa repitiendo su necesidad, ésta se impregnará tanto en su mente que detendrá su fe, y no podrá obtener la provisión de Dios. No obstante, si confiesa las promesas del Señor, se acostumbrará tanto a orar la respuesta que recibir Su provisión por fe será para usted lo más natural del mundo.