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julio 21, 2014

‘He criado a una atleta Olímpica’ (por Ronald C. Jordan)

7-14_profile_01La atmosfera dentro del London’s North Greenwich Arena estaba cargada de todo, menos de silencio. Gabby Douglas, de 16 años de edad, ejecutaba la última de cuatro rutinas como miembro del equipo de gimnasia de los Estados Unidos de América que estaba compitiendo en las Olimpiadas de 2012. Sentada entre un mar de eufóricos espectadores, Natalie Hawkins suspiró profundo —anticipando el siguiente movimiento de su hija.

Durante casi 20 años, incluso antes que Gabrielle Douglas naciera en Newport News, Virginia, la vida había sido una lucha diaria para Natalie, enfrentada a problemas financieros y una tensa relación matrimonial, mientras criaba a sus cuatro pequeños hijos.

Su último intento de supervivencia, declararse en quiebra para salvar su casa y mantener un techo donde pudiera habitar su familia, había agotado sus últimas fuerzas. Y eso sin mencionar que sólo siete meses antes de formar parte del equipo Olímpico, Gabby le había comunicado a su familia que quería renunciar y regresar a casa. El estrés de estar lejos de su familia le había afectado.

Sentada en ese lugar junto a sus tres hijos, nada parecía importarle en ese instante. Excepto que su hija cumpliera el sueño de su vida de competir en las Olimpiadas. En los siguientes minutos Gabrielle Douglas podría literalmente dar un salto mortal para obtener un título Olímpico — ¡y una medalla de oro!

Natalie relata la emoción que ella, sus hijas Arielle y Joyelle y su hijo Johnathan, sintieron: «Cuando publicaron el puntaje, y supimos que ella había ganado la medalla de oro, nos quedamos sin palabras. Era como si Dios hubiera restaurado todo lo que habíamos perdido; y en un solo instante, galardonó nuestra fidelidad de confiar en Él en las luchas y dificultades».

Han pasado dos años desde que Gabby Douglas recibió tres condecoraciones en agosto de 2012, haciendo historia Olímpica al convertirse en la primer gimnasta afroamericana en ganar una medalla de oro en competición individual y por equipos en la misma Olimpiada; y también fue la primer norteamericana en ganar múltiples medallas de oro. Natalie aún se llena de emoción cada vez que habla de los logros de su hija, y reflexiona las dificultades que enfrentaron como familia en el proceso.

Sólo el brillo de su hermosa sonrisa puede eclipsar la tristeza que ocasionalmente reflejan sus ojos al recordar esos tiempos —tiempos en los que Natalie parecía estar en una montaña rusa sin fin, y que durante años parecía ir más cuesta abajo que cuesta arriba.

No hay razones para estar avergonzada

“La vida fue increíblemente difícil en esa etapa” relata Natalie con un tono que a veces refleja algo de arrepentimiento y tristeza. Sin embargo, ella no vive de sentimientos.

«No puedo estar triste por nada de lo que sucedió en aquel entonces, porque se que en cada momento Dios estuvo allí. Hubo momentos en los que me quería dar por vencida, y algunas veces lo hice. Pero, aun cuando me daba por vencida con El, ¡Él nunca se dio por vencido conmigo!».

«Y no me puedo apenar o avergonzar de nada. Parecía que siempre había obstáculos. Pero a pesar de esos momentos difíciles, Dios nos protegió. Aunque parecía que Él no estaba ahí en esos momentos, siempre lo estuvo. ¡Nunca nos dejó!».

¡Tiempos difíciles!

Es una manera amable de describir cómo era la vida para Natalie Hawkins después de casarse en 1991. Como madre soltera con una hija de dos años, Natalie esperaba una vida llena de emoción, incluyendo la posibilidad de ministrar al lado de su nuevo esposo, Timothy Douglas, quien era egresado de un instituto bíblico. Pero en lugar de eso, Natalie se encontró asi misma en una relación tempestuosa que duró por años, trayéndole más problemas de los que hubiera podido esperar en su futuro.

Natalie dice que le atribuye muchas de esas dificultades al hecho de que ella era la responsable de sostener a la familia. Después de años de lucha, ella y Tim se divorciaron en el 2002, se volvieron a casar en el 2005, y se separaron definitivamente seis meses después.

Cuidando de no hablar de manera despectiva de su ex esposo, Natalie nos comentó abiertamente que: “los periodos de tiempo que él estuvo desempleado causaron un impacto negativo en la relación”. Además, ella dice que Tim no participó de manera activa en la familia durante todos esos años, lo cual ha sido de alguna manera difícil para sus hijos.

Sus primeros años de experiencia en la iglesia

Para la época en que Natalie conoció a Tim, servir a Dios no era algo nuevo para ella. A la edad de 5 años, ella y su madre, quien estaba enlistada en la Marina y en servicio en Norfolk, Virginia, comenzaron a asistir a una iglesia en Virginia Beach. Un par de años después Natalie fue inscrita en una academia privada de la iglesia. Natalie dice que se apartó de la iglesia durante los años de la secundaria, pero re-dedicó su vida al Señor en 1990.

Natalie explica: «Tim y yo nos conocimos en la iglesia, poco tiempo después de que regresara al Señor en 1990. Con él conocí el ministerio de enseñanza de Kenneth y Gloria Copeland, y otros poderosos predicadores».

Luego en 1991, se casaron.

No pasó mucho tiempo para que los problemas comenzarán a surgir, admite Natalie. Con Tim desempleado, Natalie trabajaba para tratar de ayudar a suplir las necesidades. Sin embargo, sin importar cuánto lo intentaba, nunca había suficiente dinero. Sin saber qué hacer, ella le pidió ayuda y consuelo al Señor.

La necesidad de mudarse

Natalie relata: «Hay un libro de Gloria Copeland titulado: La voluntad de Dios para tu prosperidad; éste se convirtió en mi guía. En ese libro, la hermana Gloria relata la extrema pobreza que ella y su esposo sufrieron, y de cómo llegaron al punto de cocinar en una cafetera. Esa historia, y otras cosas que ella describe sonaban muy parecidas a lo que estábamos atravesando, y eso me animó a levantarme e intentar hacer algo para que las cosas cambiaran».

En febrero de 1996, Natalie y Tim se mudaron con la familia a Tulsa, Oklahoma, esperando que las cosas mejoraran. Lamentablemente, sucedió lo opuesto. En preparación para su mudanza, Natalie encontró un lugar para vivir, llamó al propietario, le explicó su situación financiera y le ofreció enviarle un depósito. Para su sorpresa, el propietario aceptó trabajar de esa manera con ellos.

Natalie dice: «Él me dijo que no me preocupara porque mantendría la casa disponible hasta que nosotros llegáramos. Pero cuando llegamos unas semanas después, él ya se la había rentado a alguien más».

Ahora sin casa y sin dinero para pagar un hotel, la familia se vio obligada a vivir en su vehículo hasta que encontraran un lugar donde vivir. Y para agregarle algo más a sus problemas, la pequeña Gabrielle de dos meses sufría de problemas sanguíneos desde su nacimiento y estaba teniendo problemas respiratorios; y no había dinero para proveerle la atención médica necesaria.

«En ese punto en realidad tocamos fondo, porque mi bebé necesitaba ayuda y no podíamos llevarla al médico», expresa Natalie.

Desesperada por recibir ayuda, Natalie clamó a Dios: Señor, si en mi ignorancia he cometido algún error, entonces recibo mi perdón. Estamos endeudados, y no tenemos dinero. ¡Muéstrame qué debo hacer por mis hijos y por mi familia!

«Consistentemente proclamé la Palabra sobre mi hija, al tiempo que lo hacía por su sueño [competir en las Olimpiadas.] Durante años, le dije a todo aquel que quisiera escucharlo que Gabrielle sería una atleta olímpica en el 2012. Muchas personas me dijeron después que pensaron que estaba medio loca. Sin embargo, ¡ahora quieren saber cómo lo logramos!».

Con el tiempo, Gabrielle comenzó a mejorar, y al cumplir un año de edad, todos los síntomas habían desaparecido, afirma Natalie. Ella aún era muy pequeña, pero por primera vez en su vida estaba sana.

“¡Necesitamos empleo!”

Ese mismo año, Natalie y Tim asistieron a una conferencia en Oral Roberts University, donde Kenneth Copeland era uno de los conferencistas. Después de una de las sesiones, Natalie recuerda que uno de los predicadores se dirigió a la audiencia y dijo: «Si le estás creyendo a Dios por algo, y estás creyendo por cambios, sal de tu asiento y ven aquí ahora».

“¡Salí de mi lugar de inmediato!”, recuerda Natalie.

Al estar en la fila esperando oración, Natalie y Tim se sorprendieron cuando Kenneth y Gloria Copeland se acercaron a ellos. Natalie no les dio oportunidad de preguntar por la petición de oración, y abrió su corazón: “¡Necesitamos la ayuda de Dios! ¡Hemos vivido muchas cosas! ¡Necesitamos un milagro! ¡Lo que sea! ¡Con lo que Dios nos dé en este punto estaría feliz”.

«Luego, me escuché a mí misma diciendo: “Necesitamos empleo”. ¿Tienen lugares vacantes en KCM? Estamos dispuestos a ir a Fort Worth. Podemos limpiar sus baños, podemos limpiar sus pisos; sólo necesitamos sacar adelante a nuestra familia».

“Recuerdo que el hermano Copeland miró a Tim, y luego me miró a mí. Nos apuntó con su dedo y dijo: ‘Vengan’. Luego dijo: ‘Dénme sus datos. Nosotros vamos a muchos lugares y conocemos mucha gente’ ”.

¿Un nuevo comienzo?

Cuando Tim, Natalie y sus cuatro hijos llegaron a Fort Worth, Texas, en el verano de 1996, fueron directo a los Ministerios Kenneth Copeland donde se les dio la oportunidad de aplicar para un trabajo en el ministerio. Dos semanas más tarde, Natalie ya estaba trabajando en una institución financiera local.

La pareja se unió a la iglesia Eagle Mountain International, e involucraron a sus hijos en Superkid Academy, el ministerio de niños de KCM. Aunque Tim no fue contratado de inmediato, con el tiempo comenzó a trabajar en el departamento de seguridad del ministerio. Repentinamente, las cosas comenzaron a mejorar.

Durante los siguientes cuatro años, Natalie se alimentó de las enseñanzas de KCM y EMIC. También estudió durante un corto período en el instituto bíblico de Jerry Savelle Ministries International, y obtuvo un título técnico en una universidad local, mientras trabajaba de tiempo completo. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, la montaña rusa seguía su curso en espiral. Cuando Tim volvió a quedarse sin empleo, la escasez económica siguió siendo un problema.

Natalie admite: “Para ese entonces nuestro matrimonio ya estaba muy destrozado… Además, debido a la reducción de personal, el lugar de atención al público donde estaba trabajando cerró. Todos fuimos despedidos. Y ahora estaba sin trabajo. Empecé a estar furiosa. Literalmente hice mi fe a un lado. Estaba molesta con Dios, preguntándome dónde estaba Él mientras todo eso sucedía. En el año 2000, no me quedó otra elección más que mudarme con mi madre a Virginia y estaba muy agradecida que me recibiera a mí y a los niños.”

Dos meses después de su regreso a Virginia, Natalie estaba trabajando de tiempo completo y podía mantenerse a sí misma y sus cuatro hijos. Dos años después, compró su primera casa. Ese mismo año, ella y Tim se divorciaron.

Al examinar su vida, Natalie sabía que había algo que le hacía falta.

Ella admite: “Me había alejado de Dios, y había perdido mi relación con Él. Había una lucha en mi corazón, pero aún seguía molesta y amargada. Un día mi madre me dijo: “Realmente necesitas ser libre y dejar el pasado. Sé que es increíblemente difícil perdonar, pero debes hacerlo”.

“Era infeliz, y lo sabía; pero también sabía que era más fácil amar que odiar” dice Natalie.

Siguiendo el consejo de su madre, Natalie escogió darle lugar al amor. Y en el 2005, regresó a la iglesia. También se reconcilió con Tim, y se volvieron a casar. Lamentablemente, el matrimonio sólo duró seis meses.

Los siguientes años, Natalie luchó para mantener a la familia unida. Incluso cuando sufrió una reacción negativa a un tratamiento médico que la obligó a dejar su trabajo en el 2009, ella siguió buscando la manera de sacar adelante a sus hijos.

Camino a la victoria

En el año 2010, Natalie tuvo que enfrentar un reto diferente cuando Gabrielle, de 14 años, y quien practicaba gimnasia desde los 6, decidió que quería llevar su entrenamiento a nivel profesional. Hasta este punto, Gabby ya se había convertido en una gimnasta sobresaliente, participando y ganando en varias competencias. Sin embargo, para cumplir sus deseos de competir en las Olimpiadas, necesitaba un entrenamiento avanzado.

Cuando escuchó hablar del entrenador veterano de gimnasia Liang Chow, quien entrenó a la Campeona Mundial de 2007 y medallista de oro en las Olimpiadas de verano de Pekín 2008 en la barra de equilibrio, Shawn Johnson, Gabby le rogó a su madre que la dejara ir a Des Moines, Iowa, para entrenar. Tomó un buen tiempo persuadir a Natalie, pero al final accedió. Así que en el 2010, Gabby se mudó a Iowa y durante los dos años siguientes vivió con una familia anfitriona, mientras entrenaba con Chow.

En junio de 2012, Gabby compitió en el Campeonato Nacional de gimnasia de Estados Unidos en St. Louis, Missouri, obteniendo la medalla de oro en la barras asimétricas, plata en la clasificación general y bronce en ejercicios de suelo. En julio, compitió en las pruebas eliminatorias: 2012 Olympic Trials Gymnastic en San José, California, obteniendo el primer lugar en la tabla de posiciones, asegurando su participación dentro del equipo de gimnasia Olímpica de mujeres.

Sólo siete meses antes de los juegos Olímpicos, Gabby le informó a su madre que se sentía nostálgica y que quería renunciar. Natalie estaba devastada, en especial por todo el esfuerzo que su hija había realizado para llegar adonde estaba.

Natalie relata: “Entendía como se sentía, y anhelaba con todo mi corazón tenerla en casa. Pero sabía que si lo hacíamos, nos arrepentiríamos el resto de nuestra vida. Además sabía que era su sueño. Así que le dije que si renunciaba ahora, estaba renunciando a una oportunidad que no se volvería a repetir nunca más».

“Oramos, y Gabrielle se tomó su tiempo para meditar la situación. Me llamó poco tiempo después, y me dijo: “Mamá, voy a dar todo lo que tengo”.

Agradecida de que su hija estaba viviendo su sueño, Natalie quería apoyar todo lo que pudiera a Gabby, mientras ella se preparaba para competir. Recordando su relación con KCM, Natalie llamó a la línea de oración y pidió por su hija. No fue una sorpresa que después de todo el arduo trabajo, el tiempo, los sacrificios, y de las oraciones de creyentes a través de todo el país, —cuando los puntajes finales fueron sumados— Gabby sobresalió en todos como una campeona.

Cuando en una entrevista le preguntaron cómo había permanecido animada ante los años de adversidad, y cómo había tomado las decisiones difíciles mientras Gabby perseguía su sueño, Natalie respondió: «Me decía a mí misma, mi hija tiene la oportunidad de hacer su sueño realidad. Y en medio de todo eso, ella podía hacer historia e inspirar a toda una nación; asi que, este es un sueño por el cual vale la pena luchar. Es un sueño por el cual valía la pena apostarle todo. Ésa era mi motivación».

Como una madre que anima a sus hijos a alcanzar sus sueños, Natalie es rápida para reconocer cómo sus hijos continúan manteniéndola motivada.

Ella dice: “Mis hijos conocen la Palabra de Dios. Me siento bendecida al verlos que la practican a diario. Hemos abrazado el mandamiento del Señor de vivir en amor, y la unidad que disfrutamos como familia es hermosa».

Hoy, la montaña rusa de Natalie Hawkins se estabilizó un poco, y las subidas son superiores a los descensos. Ahora en vez de enfocarse en la cuentas, el enfoque de Natalie está en el futuro de sus hijos. A principios de este año, la familia se mudó a California —un cambió que facilitó la nueva carrera de Gabby—. Además facilitó que sus hijas Arielle y Joyelle persigan su sueño de convertirse en actrices. Ahora ambas están estudiando actuación.

Y mientras su hermano Johnathan, quien es un velocista sobresaliente, cursa su primer año en la universidad, tiene la meta de unirse a su hermana en las Olimpiadas Brasil 2016.

Durante su visita más reciente a KCM, Natalie expresó: «Es fácil maravillarse ante todas las cosas emocionantes que han ocurrido en los últimos años. Sin embargo, la verdad es que nada de esto hubiera sucedido sin la ayuda de Dios. Aun cuando le di la espalda, Él nunca me dio la espalda a mí. Todo se lo debemos a Él».

Natalie está agradecida por las enseñanzas que ha recibido de Kenneth y Gloria Copeland, y de la iglesia EMIC. Como colaboradora de este ministerio, ella sigue escuchando sus enseñanzas.

Natalie concluye: «Veo a los Copeland como mis padres espirituales. No hay palabras para describir cuánto ellos me han alimentado».

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición julio 2014, página 10