«Y todo lo que hagan, ya sea de palabra o de hecho, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él»
(Colosenses 3:17)
¿Sabías que tu nombre ha cambiado? Tu nombre ya no es más el nombre que tenías antes de que nacieras de nuevo. Te deshiciste del primer nombre cuando celebraste el pacto con Jesucristo.
Para apreciar completamente lo que ese cambio significa, tienes que pensarlo a la luz de lo que sabemos del pacto de sangre. Cuando alguien hace un pacto de sangre, se entrega por completo, deja de ser dueño de sí mismo. Y sus posesiones y deudas, así como sus virtudes y defectos, le pertenecen para siempre a la persona (hermano de sangre) con quien hace el pacto.
Cuando estableces un pacto de sangre con alguien, adquieres el nombre de esa persona; éste se convierte en tu nombre para siempre. No puedes escaparle―bueno o malo―es tuyo.
Cuando recibiste a Jesucristo como Señor y Salvador, Él tomó tu nombre; el cual era pecado, debilidad, temor, pobreza y todo lo que heredaste de Adán.
Jesús te quitó esos nombres y te dio Su Nombre a cambio. ¡Eso es cierto! En Efesios 3:15, dice que todo el Cuerpo de Cristo ha sido llamado en el en el cielo y en la Tierra. Eso significa que ahora tienes el nombre de Jesús y la autoridad que conlleva ese nombre.
Tan solo piensa de quién has tomado tu nombre nuevo:
Jesús, Dios Fuerte, Sabiduría, Libertador, León de la tribu de Judá, Palabra de Vida, Abogado, Proveedor, Yo Soy, Consolador, Salvador, Príncipe de Paz, Admirable, Consejero, Cordero de Dios, Jehová de los ejércitos, Raíz de David, Autor y Consumador de nuestra fe, Camino, Sanador, Hijo de Dios, Verdad, Piedra angular, Rey de reyes, Luz del mundo, Gran Pastor, mi Fortaleza y mi Canto, Juez Justo, Sol de Justicia, Resurrección y Vida, Alfa y Omega.
¡Alabado sea Dios! Esos nombres abarcan toda necesidad que puedas tener, y el poder de Dios se encuentra en el Nombre de Jesús para hacer de ese nombre una realidad en tu vida (Hechos 3:16).
Ya no puedes llamarte a ti mismo “desanimado”. No debes responder cuando el diablo te diga: “Oye, pobre hombre”; ése no es tu nombre. Jesús te ha despojado de esos antiguos nombres. Medita en los nombres del Señor; todos y cada uno de ellos están incluidos en el nombre de Jesús, el Nombre sobre todo nombre, y a ti te ha sido dado ese nombre ¡con todo el poder y la autoridad que éste conlleva!
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