«No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te
amará. Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber»
(Proverbios 9:8-9).
Cuando lea la PALABRA de Dios, recíbala como el hombre sabio que se describe en ese versículo. Reciba la corrección de la Palabra de manera rápida. Si considera que ha estado hablando y actuando sin amor, no se moleste ni se ofenda con Dios por corregirlo. No tome una mala actitud, al contrario, siéntase agradecido.
En la Biblia se nos declara que la gracia de Dios nos enseña a rechazar la impiedad y a vivir en rectitud (Tito 2:12). La gracia de Dios causa que al leer las Escrituras o al escuchar una predica, nuestro corazón sea reprendido y convencido. Esa gracia motiva a que un amigo creyente, de manera amorosa, señale un área de nuestra vida en la que ciegamente estemos desobedeciendo la PALABRA de Dios y quebrantando la ley del amor.
Por tanto, cuando esto ocurra no nos enojemos por recibir esa corrección, sino démosle gracias a Dios por habernos mostrado dónde le estamos fallando; y de forma inmediata realicemos los ajustes necesarios.
Necesitamos tener un espíritu muy enseñable, ser muy flexibles y prontos para arrepentirnos. En el momento que nos demos cuenta que hemos fallado, oremos: Perdóname SEÑOR. Recibo esa palabra de corrección, y a partir de hoy haré lo correcto.
Algunas veces, somos corregidos y cambiamos nuestro comportamiento, pero lo hacemos con una mala actitud. Es decir, actuamos como un niño que continúa parándose de su silla cuando está sentado a la mesa, a pesar de que su madre lo ha regañado. Al final, la madre lo amenaza con un castigo severo por haber desobedecido. Pero la mirada en el rostro de ese niño le hará saber a su madre que aunque esté sentado, por dentro seguirá de pie.
Es muy fácil dejar esa actitud cuando vivimos en amor. Cuando Dios nos corrige y nos pide que seamos amables y que perdonemos a quienes nos han ofendido; algunas veces tratamos de cambiar nuestras acciones, sin cambiar nuestra actitud. Es como si dijéramos: “ESTA BIEN SEÑOR, seré amable con esa persona, pero no lo voy a disfrutar”.
Cuando hacemos eso, nos estamos perdiendo de la BENDICIÓN de Dios. Por tanto, el SEÑOR nos declara: «Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra» (Isaías 1:19). Por esa razón, Dios nos corrige. Él espera que no sólo seamos obedientes, sino que también tengamos un corazón dispuesto. Sólo así disfrutaremos los beneficios que nos ha prometido.
No se prive a sí mismo de vivir en LA BENDICIÓN actuando de forma desagradable. Cuando Dios le muestre en qué está equivocado, haga rápido el ajuste. Reciba Su instrucción con amor y buena disposición, y ¡disfrute las ricas recompensas que recibe el hombre sabio!