“Hijo mío, atiende mis palabras; considera y obedece a mis razones. No
permitas que se aparten de tu vista; guárdalas en el centro de tu corazón.
Porque son vida para los que las encuentran, sanidad y salud para todo su
cuerpo. Mantén y guarda tu corazón con toda diligencia y por sobre todo lo
que guardas, porque de éste fluyen manantiales de vida”
(Proverbios 4:20-23, AMP).
Ya que el amor de Dios ha sido derramado sobre nuestro corazón, la pregunta más importante que nos podemos hacer, como creyentes es la siguiente: “¿Cómo puedo guardar mi corazón? ¿Cómo puedo mantener mi espíritu tan fuerte que domine mi carne, y me mantenga viviendo en amor?”.
Estos versículos nos dan la respuesta. Guardamos nuestro corazón, al atender la PALABRA de Dios. Manteniéndola en nuestros ojos y oídos de manera constante, a fin de ayudarnos a permanecer a diario en una comunión viva con Él.
Nosotros no utilizamos la Biblia como las personas lo hicieron en el Antiguo Testamento. No la usamos como un reglamento a seguir o como una lista de leyes a obedecer; a fin de lograr una posición correcta delante de Dios. Nosotros nacimos de Su Espíritu, y por esa razón, ya tenemos una posición correcta delante de Él a través de la sangre de Jesús. Cuando usted lea las escrituras, el Espíritu Santo que habita en su interior, será el encargado de llenar esa Palabra de vida y de poder. Ésta fortalecerá y le brindará energía a la naturaleza de Dios que se encuentra en nosotros, también separará nuestra alma de nuestro espíritu; a fin de que nuestro corazón se convierta en la fuerza que domine nuestra vida (Hebreos 4:12, AMP).
Si guardamos la PALABRA en nuestro corazón con toda diligencia, las fuerzas espirituales que Dios ha depositado en nuestro interior —fuerzas como el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe y la templanza— fluirán fuertemente desde nuestro ser interior; y eliminarán todo obstáculo de la carne que intente detenerlas. Sin embargo, la palabra “diligencia” es una gran palabra. No es un término común que exprese pereza o despreocupación. Las personas diligentes toman en serio todas las cosas. Están enfocadas y determinadas. Y de manera constante, utilizan su esfuerzo para alcanzar sus metas.
Así debemos actuar cuando nos refiramos a: Atender la PALABRA. No podemos ser negligentes o despreocupados con respecto a ella. Tampoco podemos permitir que baje el nivel que tenemos de la PALABRA. Pues si lo permitimos, descubriremos que estamos creciendo espiritualmente débiles. Veremos nuestro corazón siendo dominado por las cosas del mundo, y los deseos de la carne. Y entonces pensaremos: “¿Qué me sucedió? Deseo vivir en amor con respecto a esta situación, pero ¡no puedo encontrar la fuerza para lograrlo!”.
No se permita caer en esa condición. Invierta tiempo en la Biblia todos los días. Escuche al SEÑOR cuando le hable, a través de las verdades que en ella se encuentran. Mantenga su corazón fuerte con la PALABRA de Dios.