«A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.»
(Deuteronomio 30:19-20)
Todos los mandamientos que Dios nos ha dado, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, podemos resumirlos en ocho palabras: Amar a Dios y amar a los demás. Cuando obedecemos esas instrucciones, disfrutamos de la vida y de LA BENDICIÓN. En cambio, si las desobedecemos, le abrimos la puerta a la muerte y a la maldición.
Ése no sólo es un fenómeno místico e inexplicable. Es un hecho real y tangible. En la actualidad, los científicos han comenzado a comprender más al respecto, y descubrieron que ciertas actividades y emociones humanas pueden crear condiciones en el cuerpo, para las cuales no fue diseñado. Los pensamientos que desatan temor, amargura y enojo crean reacciones químicas que nos afectan, y causan enfermedades y dolencias.
Por ejemplo, la promiscuidad en la sociedad actual ha producido variedad de enfermedades que la ciencia médica no ha logrado curar. Las personas argumentan que están envueltos en esa conducta por amor, pero no es así. Ésta nace de la lujuria y del egoísmo. Y su fruto es la muerte.
Por esa razón, Dios nos advirtió que nos mantengamos alejados de la promiscuidad. ¡Él sabía que nos destruiría! Vivir en pecado, lo cual nos aleja del amor, es tan peligroso como caminar en una habitación llena de serpientes. Cuando escogemos vivir en esa habitación, ni Dios mismo puede evitar que seamos mordidos.
Algunas personas, no comprenden ese hecho. Quieren recibir sanidad de parte de Dios y continuar viviendo en pecado, y sin amar a los demás. Sin embargo, así no obtendrán resultados. Dios no les dará sanidad, pues las reacciones que liberan en sus cuerpos, a causa del pecado, impide que reciban la sanidad. Aún si el Señor los sanara, pronto volverían a estar enfermos, si no dejan ese estilo de vida y le entregan su vida por completo a Dios.
Quizá parezcan como malas noticias; pero son buenas noticias, pues éste sistema también funciona a la inversa. Así como vivir fuera del amor lastima a las personas, vivir en amor las sanará. El amor les abrirá las puertas para recibir el poder de Dios que revertirá el daño que la enfermedad ha causado en su cuerpo. Y como consecuencia, mantendrán su salud y sus cuerpos en perfecto funcionamiento.
Al escoger el amor, escogerán la vida, y descubrirán que es la mejor manera de vivir.