«Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.»
(Gálatas 5:6)
Yo soy una persona de fe. Creo profundamente en la importancia y en el poder de la fe. Sin embargo, yo sería la primera en decir que la fe, por sí sola, no es suficiente para hacernos más que vencedores. También debemos tener amor, pues en la Biblia con claridad se nos enseña que la fe obra por medio del amor.
El amor en realidad inspira fe. Éste le da a la fe un fundamento sobre el cual puede edificar. Incluso podría decirse que el amor nos da una razón para creer. Por ejemplo, piense en el amor de Dios. El amor que el SEÑOR nos da, es el fundamento de nuestra fe en Él. En Juan 3:16, leemos: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».
¡Analícelo! Dios sacrificó a Su único Hijo por nosotros, y su motivación para hacerlo fue el amor. En realidad, es Su gran amor el que lo motiva a realizar todo lo que hace por nosotros. Es Su amor el que nos provee las grandes y preciosas promesas que nos bendicen en ambas vidas, en ésta y en la venidera. Es Su poderoso amor el que causa que Sus misericordias sean nuevas cada mañana.
A lo largo de los años, he notado que las personas que no comprenden el amor de Dios, no pueden tener mucha fe en Su PALABRA. Luchan y tratan de creer, sin embargo, cuando los problemas se presentan, su fe tambalea y caen. ¿Por qué les sucede eso? ¡Es porque no tienen la revelación del amor para respaldar su fe!
Por otro lado, cuando en realidad comprendamos y experimentemos cuánta compasión tiene Dios hacia nosotros, con facilidad creemos en el cumplimiento de Sus promesas. Cuando sabemos cuánto le interesamos a Dios, confiaremos en que Él hará lo que ha declarado. Podremos tener fe en que cuidará de nosotros en cualquier situación.
En su maravilloso libro acerca de Cristo el Sanador, F.F. Bosworth escribió: «He visto cómo la fe se levanta del tamaño de una montaña, cuando la verdad del amor y de la compasión de Dios; comienza a surgir en la mente y en el corazón de las personas. No es lo que Dios puede hacer, sino lo que sabemos que Él anhela hacer, lo que inspira la fe». Recuerde esa revelación, cuando se encuentre batallando para creerle a Dios. Invierta tiempo en comunión con Él, alimentándose de las palabras de amor que él le expresa. Créalas y póngalas en práctica en su relación con los demás. Al hacerlo, usted se dará cuenta que la fe en realidad funciona a través del amor.