«Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.»
(Lucas 6:35)
Así como el día es tan diferente a la noche, el amor de Dios que fluye del corazón de un creyente es tan distinto al amor humano. El amor humano cambia, ya que se puede convertir en odio cuando las circunstancias no son las correctas. El amor humano, en un momento puede comportarse de forma tierna y cariñosa, y en otro con un ataque de celos, y aún así se sigue llamando “amor” todo el tiempo.
Esta clase de amor es limitado comparado al amor de Dios. Pues depende de caprichos y sentimientos. Éste declara: “Si eres bueno conmigo y me das lo que yo quiero, te amaré. Pero si no lo haces, no te amaré”.
El amor de Dios no se comporta de esa manera. Es constante e incondicional. El ingrediente principal del amor de Dios es sacrificarse a uno mismo por el beneficio de la persona amada. Es el tipo de amor que continuará amando a las personas, aunque no reciba nada a cambio. El amor Divino no busca nada para sí mismo, sino se entrega a sí mismo.
Dios no solamente ama al amoroso, también ama al que no lo es. No importa qué tan mala, grosera o indiferente sea esta persona, si se rinde ante Dios él la limpiará y la perdonará. Permitirá que esa persona haga suyos los beneficios del sacrificio de Su Hijo, Jesús; a fin de que pueda obtener una nueva vida en Él.
Ésa es la forma en que Dios nos ama, y es la misma manera en que Dios quiere que nos amemos unos a otros. Eso significa que cuando alguien nos maltrate, no nos enojaremos, no nos irritaremos ni nos resentiremos. Al contrario, los trataremos amablemente, oraremos por ese alguien y no pensaremos en el mal que nos haya ocasionado.
Andar en amor significa hacer a un lado nuestros derechos, y procurar los derechos de las otras personas. Por ejemplo, cuando estemos cansados y bajo presión, debemos hacer a un lado el derecho de manifestarles a las personas nuestra condición al hablarles bruscamente y contarles que hemos pasado un día tan duro. Pues nosotros debemos poner a un lado nuestros sentimientos, y comportarnos de manera amable y gentil con quienes nos rodean.
Usted podría decir: “Parece algo muy difícil, no creo que pueda llevarlo a cabo”.
No confié en sí mismo. ¡Confíe en que Dios lo hará a través suyo! Declare: ¡SEÑOR, no puedo amar de esta forma con mis propias fuerzas, pero confió en Ti hoy. Mientras doy pasos de fe al hablar y actuar en amor, estaré a la expectativa de que Tu amor en mi resplandezca!
¡Sólo confíe en el SEÑOR, y quedará asombrado de cuánto Él puede amar a otros a través de usted!