Las palabras tienen poder, pues éstas pueden causar dolor o bendición. Sin embargo, el poder de las palabras va mucho más allá de lo que nos hacen sentir. Nuestras palabras tienen un poder sobrenatural —un poder que cambia circunstancias y moldea destinos—.
De hecho, escoger y declarar palabras es la única habilidad que diferencia al ser humano del resto de la creación de Dios.
Veamos cómo este principio es revelado, en el acto mismo de la creación del ser humano en Génesis 2:7: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente» (RV95). Algunas notas acerca de este versículo, según los antiguos comentaristas judíos, nos explican que el ser humano se convirtió en: «Un espíritu viviente que habla de la misma forma que habla Dios».
Esto no debería sorprendernos. Después de todo, el ser humano fue creado a la imagen de Dios, quien no usó solo pensamientos; sino palabras para crearnos a nosotros y a todo el Universo en el cual vivimos. Cuando Dios dijo: «Sea la luz.», la luz fue creada.
De la misma forma, cuando Él se vio reflejado en el rostro de Su más grande creación, dijo: «Los bendijo Dios y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Génesis 1:28, RV95). El ser humano fue creado con un propósito y un destino, ¡el cual ni el pecado, ni el diablo con todos sus demonios podrá cambiar!
¿Cómo podía Adán sojuzgar y tomar dominio sobre la Tierra? No lo haría por medio de la fuerza externa o por medio de la manipulación. Sino declarando palabras de fe. Las palabras son espirituales, pues conllevan poder. En Proverbios 12:14, dice que seremos saciados con el bien del fruto de nuestra boca.
Abraham vivió de esa forma. Vemos que no tenía hijos, y casi a sus 100 años de edad, creyó: «…conforme a lo que se había dicho: «Así será tu descendencia», y se convirtió en padre de muchas naciones (Romanos 4:17-20). David también vivió de esa manera: «Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré» (Salmos 91:2, RV95). El primer paso para actuar conforme a nuestra fe en Su Palabra, es poniéndonos de acuerdo con las cosas que Él ha declarado.
Las palabras revelan lo que en realidad creemos. Jesús dijo en Mateo 12:34, 37: «…porque de la abundancia del corazón habla la boca. pues por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (RV95). Por esa razón, es de suma importancia declarar lo que Dios ha declarado. Pues al hacerlo, tu mente comenzará a creer y a ponerse de acuerdo con la Palabra de Dios; en lugar de estar de acuerdo con los síntomas de tu cuerpo, situaciones en tu vida y lo que escuchas de las demás personas a tu alrededor.