Dios es el creador de la vida. Por tanto, Él es vida. En Él no hay muerte u oscuridad.
Cuando Dios creó a Lucifer, creó a un ser eterno. Dios no lo creo para morir o para que dejara de existir, si no para que viviera para siempre. En Ezequiel 28, se nos enseña que Lucifer fue creado perfecto y que después se halló iniquidad en él (lee también Isaías 14:12-15).
Cuando Lucifer pecó mostrando rebelión contra Dios, fue expulsado de la presencia de Dios para vivir el resto de su existencia eternamente separado de Dios. Satanás no puede morir, ser asesinado o dejar de existir porque Dios lo creó como un ser eterno. El enemigo vivirá por la eternidad en angustia separado de Dios.
Algo importante que debemos recordar es que el ser humano también es un ser eterno, creado por Dios para vivir para siempre. La humanidad es creada a imagen de Dios como seres tripartitos. Las tres partes de una persona son: el espíritu, el alma y el cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23, Hebreos 4:12). El espíritu es el ser interior de una persona, y es la parte que le da vida. El alma posee la facultad de tomar decisiones, pensar y sentir. Y el cuerpo es el hogar físico en el cual vive.
Como seres espirituales viviremos eternamente. El pecado de Adán en el huerto, sentenció a todos los seres humanos a una muerte física y espiritual. La muerte espiritual no significa que el espíritu deje de existir, sino que éste se encuentra separado de Dios. La buena noticia es que ¡no tenemos que permanecer separados de Dios! Gracias a que el Padre nos ama tanto, hizo posible que volviéramos a unirnos a Él a través del derramamiento de sangre libre de pecado. Él preparó un cuerpo, y Su Hijo primogénito, Jesús, se convirtió en el sacrificio para el pecado de la humanidad. La muerte de Jesús pagó el castigo por el pecado de Adán, a fin de que pudiéramos disfrutar una vida espiritual y tener una relación con Dios.