Es perfectamente permisible dividir tu diezmo. Para comprender el por qué, démosle un vistazo al trasfondo del diezmo.
Bajo el Antiguo Pacto, los israelitas debían tomar su diezmo (una décima parte de sus ingresos), colocarlo en una canasta, presentarlo al sumo sacerdote y declarar: «Hoy declaro, ante el Señor tu Dios, que he entrado en la tierra que el Señor juró dar a nuestros padres» (Deuteronomio 26:2-3). Ésta era la Tierra Prometida donde fluía leche y miel.
Bajo el Nuevo Pacto, dicho de otra manera, también hemos venido a un Nueva Tierra. Colosenses 1:13, dice que hemos sido rescatados del reino de las tinieblas y trasladados al reino del Hijo de Dios. Como creyentes, vivimos en el reino de Dios y hemos entrado a nuestra herencia en Jesucristo con todos los derechos y privilegios.
Jesús es nuestro Sumo Sacerdote en el Nuevo Pacto. Cuando diezmamos, debemos presentar nuestros diezmos a Jesús y confesar que hemos sido rescatados del dominio de Satanás y fuimos trasladados al reino de Dios. También debemos regocijarnos por todo lo bueno que Dios nos ha dado a nosotros y a nuestra familia, y esperar su incremento sobrenatural.
Jesús no se lleva nuestros diezmos al cielo para guardarlos en una bóveda. Él se da la vuelta y nos bendice. Él los invierte para que seamos alimentados, a través de un ministerio, también los multiplica para suplir ¡nuestras necesidades financieras! Ya que el diezmo le pertenece a Dios, confiamos en que Él nos muestra dónde debemos entregarlos. Lo importante es que seas obediente en entregar el diezmo donde Él te indique.