«Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada…»
(1 Pedro 2:2)
En una ocasión una persona se me acercó, y me dijo:
—Hermano Copeland, el problema que enfrento es mi carne.
—Pues, sométala —le respondí.
—Usted no entiende —replicó.
—Yo no, pero Jesús sí —le contesté—. Pues Él ya venció al mundo; por tanto, lo único que usted debe hacer es acudir a la Palabra, orar, creer en Dios y alejarse de ese problema. En su interior reside el poder para lograrlo.
De pronto, mis palabras lo impactaron. Y dejo de preocuparse del problema, y comenzó a enfocarse en la respuesta.
Eso es lo que usted también debe realizar. Ya no se vea a sí mismo derrotado por su carne, sino como el reflejo de lo que afirma la Palabra de usted: ¡resucitado juntamente con Jesús y sentado con Él en lugares celestiales! (Efesios 2:6). Vea sus circunstancias desde la perspectiva de Cristo.
Medite en la Palabra y proporciónele nutrientes a su ser espiritual para crecer, actúe conforme a 1 Pedro 2:2: «Desead…, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación». Luego busque: «… el alimento sólido [de la Palabra, el cual] es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal» (Hebreos 5:14).
Ordénele a su ser espiritual que gobierne su mente y su cuerpo, pues todavía deberá librar la batalla de la fe para mantener a ambos alineados. Si usted vive conforme al espíritu, triunfará todo el tiempo; y al ver el resultado de tener un cuerpo saludable, obediente y sujeto a la Palabra; se alegrará de haber tomado esa decisión.