«Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.»
(1 Corintios 12:7)
Cuando Jesús preguntó: «…¿Quién decís que soy yo?». Pedro, de una manera espontánea, exclamó: «…Tú eres el Cristo [el Ungido], el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:15-16).
Pedro sabía, quizá mejor que nadie, lo que puede logar la unción. Él como pescador, vio cómo Cristo sacó todos los peces que se encontraban alrededor de su barca en el mar de Galilea. Y aunque Pedro trabajó toda la noche, sin pescar nada; cuando el Señor subió a bordo, él finalizó el día con una red casi rota y con ¡una barca hundiéndose por el peso de la pesca!
Él observó cuando Jesús alimentó a miles de personas con tan sólo unos cuantos panes y peces. También había visto la manera en que sanaba a multitudes y las liberaba de opresiones demoníacas. Pedro, en obediencia al Maestro, tomó de la boca de un pez el dinero para pagar los impuestos. El apóstol también caminó sobre las aguas por Su palabra.
Pedro sabía que Jesucristo podía realizar esos milagros porque Él tenía la unción de Dios. El poder del Espíritu Santo fluía por Su cuerpo; el cual quita cargas, destruye yugos, cambia al mundo, ahuyenta al diablo, sana y libera. Este poder era explosivo, sobrenatural y había creado el universo, ¡permitiéndole llevar a cabo lo que la carne no podía!
Entonces, cuando Pedro escuchó a Jesucristo declarar: «…vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo…y recibiréis poder…y me seréis testigos…» (Hechos 1:5,8); él era consciente a qué se refería Jesús. ¡Alabado sea Dios! ¡Nosotros también tenemos esa unción! ¡El poder que se encontraba en Jesús habita en mí ahora! ¡Habrá más peces en mi barca! Si fuera necesario, ¡podré caminar sobre las aguas para predicar el evangelio!
Considero que eso pensó Pedro, pues él no sabía nada más; Él nunca había asistido a un seminario, tampoco había teólogos que lo tranquilizaran argumentando que el poder milagroso de Dios ya no existía. Él sólo sabía que: Jesús era el Ungido de Dios, el Hijo del Dios viviente; ¡y Su unción está en nosotros!
A la luz de esto, ¿por qué en la actualidad los creyentes no se emocionan por recibir el bautismo del Espíritu Santo? ¿Por qué en vez de incursionar en el mundo y transformarlo con el poder de Dios, tal como los primeros discípulos, simplemente se conforman con utilizar la unción para hablar en lenguas de vez en cuando?
Esto sucede porque tenemos una revelación limitada de lo que realmente puede suceder cuando la unción de Jesús obra en nosotros; pero eso debe cambiar. La realidad es que hay unción a través de Jesús por medio del Espíritu Santo, la cual el Padre ha enviado en Su nombre; a fin de efectuar toda obra de justicia en la faz de esta Tierra por medio de cada persona que reconozca a Jesús como su Señor, y eso lo incluye a usted. En su vida se ha derramado la unción para realizar todo lo que Pedro se imaginó y aun más; usted está ungido para cumplir todos sus sueños, para ser poderoso, para vencer y cambiar el mundo en el que vive. Sí, ¡usted puede lograrlo todo!