«Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Mas ahora Dios ha
colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso»
(1 Corintios 12:13-14, 18).
Quizá usted piense que sólo un terrible pecado carnal puede hacer que los creyentes se aparten del amor. O que tal vez sólo cuando el diablo los insta a robarse entre sí o que se mientan uno a otro, los aparta del amor y los conduce a la contienda. Pero generalmente no es así, ya que el diablo tiene éxito cuando nos divide haciéndonos discutir sobre temas aparentemente espirituales.
Por ejemplo, el enemigo nos convence de romper la relación que tenemos con nuestro prójimo cuando él abandona la iglesia a la que asistimos, y elige unirse a una iglesia al otro lado de la ciudad. Aunque él intente seguir la dirección del SEÑOR, muy a menudo nos enfadamos por su decisión; creemos que está equivocado y entramos en contienda con él. Pero aún si no estuviera en lo correcto (sería arrogante de nuestra parte presumir que sabemos mejor que ellos lo que el SEÑOR los está guiando a hacer. Nosotros estaríamos doblemente equivocados si nos ofendemos y dejamos de tratarlo con amor. Con esa actitud, estamos jugando en las manos del diablo.
Es tiempo de ponerle un alto a esa clase de situaciones. En lugar de darle la espalda a nuestro prójimo por dejar nuestra iglesia, llamémoslo un domingo por la tarde, y digámosle: “Hola, ¿qué aprendiste hoy en tu nueva iglesia? ¿Tuvieron un servicio maravilloso?”.
Sigamos compartiendo con los demás y permitamos que nuestro amor por los demás crezca, en lugar de limitarlo. Podríamos salir a cenar juntos, invitar a los pastores de ambas iglesias y pasar un gran momento en el SEÑOR, amarnos y ¡aprender unos de otros!
Eso quizá le parezca extraño, pero Dios está haciendo que el amor crezca en el Cuerpo de Cristo. Estamos permitiendo que Dios sea Dios, y que Él coloque cada miembro en el Cuerpo de Cristo de acuerdo con Su voluntad; en lugar de exigirle que lo haga conforme a la nuestra. Estamos llegando a un punto en el que nos amamos tanto unos a otros como para permitir que ese tipo de situaciones nos separen.
Cuando alcancemos esos niveles, le daremos más problemas al diablo de los que haya enfrentado y será completamente incapaz de detenernos, pues no tiene cómo contraatacar el poder del amor. El amor siempre lo vencerá porque el amor nunca falla.
Cuando comencemos a vivir en amor y nos neguemos a apartarnos de él, iniciaremos un avivamiento que no podrá detenerse. Desataremos el mover de Dios, el cual se extenderá por todo el mundo, y luego producirá el arrebatamiento de la Iglesia en el rapto. Nos amaremos los unos a los otros ¡en la cena de las bodas del Cordero!