«Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!»
(Filipenses 4:4)
El gozo… es parte tradicional de la temporada navideña. En diciembre, las personas que difícilmente expresan una sonrisa durante todo el año, envían tarjetas con mensajes acerca del gozo. Los que cantan villancicos entonan dulcemente: ¡Al mundo paz…!, mientras los malhumorados compradores se abren paso por los abarrotados centros comerciales. Relucientes rótulos decorados con ramas de acebo y campanas plateadas, ondean la palabra gozo, sobre las calles de las ciudades concurridas por conductores enfadados que sólo desean llegar a casa.
Pero obviando la tradición, la realidad es que a causa de tantas ocupaciones, de las altas expectativas y de la presión financiera que la gente enfrenta en esa época del año fácilmente pierden el gozo. No obstante, usted no debe dejar que eso le suceda. En lugar de ello, busque la revelación del gozo, la cual lo inspirará a aferrarse a éste; no sólo en los días de Navidad, sino durante todo el año.
Sea consciente de que Dios y Jesús están llenos de gozo; por tanto, si nosotros somos Sus seguidores, ¡también debemos llenarnos de gozo!
En el área espiritual, yo era muy débil con respecto a este fruto del Espíritu. Le dediqué tanto tiempo a la fe que no le presté mucha atención al gozo. Pero el Señor me enseñó que no se puede vivir por fe, sin gozo.
Esto se debe a que se necesita de fuerza para vivir por fe. Nosotros estamos rodeados por un mundo que se conduce hacia la muerte. La corriente natural de la humanidad siempre es negativa. Cuando descuida algo de su vida, y no lucha contra esa corriente negativa, la situación empeorará; si desatiende un jardín, éste morirá por falta de agua o será cubierto por la maleza. Lo mismo sucede si desatiende la pintura de una casa, ésta se descascarará y los bordes comenzarán a dañarse.
En la vida debe nadar constantemente contra la corriente. Si alguna vez se encuentra demasiado débil en lo espiritual, será arrastrado hacia la enfermedad, la escasez u otra forma de derrota. Por consiguiente, no puede darse el lujo de quedarse sin fuerza.
No es de sorprenderse que el apóstol Pablo haya escrito: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4). Regocijarse significa volverse a gozar; es decir, retroceder su camión espiritual y recargarlo.
Pablo comprendió la relación entre el gozo y la fuerza. Por esa razón, él oró para que los colosenses fueran: «Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria [la de Dios], para toda paciencia y longanimidad» (Colosenses 1:11). Lo más importante de esta oración es que somos fortalecidos con todo poder y gozo.
Pablo confirmó que la verdad que funcionó en los días de Nehemías bajo el Antiguo Pacto, también funcionaría hoy bajo el Nuevo Pacto… ¡El gozo del Señor es nuestra fortaleza! Así que retroceda su camión… ¡y recárguelo!