«Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.»
(Santiago 1:19-20)
La mayoría de nosotros, ha desarrollado el hábito de hacer lo opuesto a lo que esos versículos nos enseñan. A través de la práctica, nos hemos acostumbrado a ser lentos para oír, prontos para hablar y para airarnos. Sin embargo, para ser exitosos en nuestra vida de amor, debemos actuar a la inversa.
Necesitamos aprender a detenernos, y escuchar a las personas —en especial, cuando nos están hablando de un tema difícil o algo que no queremos escuchar—. Nuestra tendencia humana es reaccionar respondiendo de manera abrupta, sin haber escuchado toda la historia. Nos apresuramos a juzgar antes de escuchar lo que las personas tienen que decir, y ni siquiera intentamos razonar sobre lo que están expresando. Y como resultado, terminamos declarando cosas hirientes de las cuales nos arrepentimos.
La Biblia compara las palabras con las flechas. Cuando somos prontos para hablar, y comenzamos a dispararlas hacía todos lados; a menudo, lastimamos a las personas a nuestro alrededor. Y cuando terminamos de disparar las personas están heridas, y nos disculpamos argumentando: “Lo siento, no lo hice a propósito. Lo dije sin pensar”. Disculparse está bien, pero no reparará el daño.
Además, en Proverbios 18:13, se nos enseña que quien responde a una situación sin haberla escuchado o entendido, es insensato y cosecha vergüenza. Por tanto, para evitar momentos vergonzosos en el futuro debemos, además de ser amorosos; también necesitamos ser sabios tomándonos un tiempo para escuchar, antes de dar nuestra opinión acerca de algo.
Cuando algo nos lastime, lo mejor que podemos hacer es mordernos los labios y esperar un tiempo en lo que Dios nos hable. Necesitamos darle un tiempo al SEÑOR para que obre en nuestra alma y haga ajustes en nuestra manera de pensar, hasta que nos alineemos a Su manera de pensar.
Primero, tomar esa actitud no es algo fácil, pues es un acto contrario a nuestra carne, a la cual no le gusta refrenarse. Segundo, el diablo estará ahí para tratar de presionarnos y hacernos reaccionar: “Será mejor que hagas algo al respecto, ¡ahora! No esperes otro minuto. Sólo exprésales tu punto de vista”. Su intención es evitar que tomemos el tiempo para que Dios nos ayude. Quiere que vivamos fuera del amor, y caigamos en pecado.
Cuando sienta que el enemigo lo está presionando de esa manera, opóngase. Determínese a no ser presionado a reaccionar. Al contrario, cálmese y dígase a sí mismo: No me voy a molestar por esta situación. Voy a tomarme el tiempo necesario para esperar y escuchar. Y no responderé hasta que tenga una perspectiva del amor, acerca de esto.
Si obedece esa instrucción, se habrá salvado de tremendos problemas y vergüenzas. Y de alguna manera, habrá desarrollado un hábito sabio que lo ayudará a mantenerse alineado al amor.