«Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.»
(Deuteronomio 30:6)
Cuando pensamos en el pacto que tenemos con Dios gracias a Jesús, de inmediato, recordamos LA BENDICIÓN que éste nos provee. Recordamos (como deberíamos) las marcas de ese pacto en el cuerpo de Jesús, las cicatrices en Su cabeza producidas por la corona de espinas y las llagas en Su espalda, las marcas de los clavos en Sus manos y el agujero en Su costado —esas marcas significarán para siempre la promesa de Dios de entregarnos Su todo a nosotros como Su pueblo de pacto—.
Sin embargo, también debemos recordar que llevamos la marca del pacto. Al igual que la circuncisión de los santos del Antiguo Testamento, la nuestra no es una marca que pueda verse fácilmente. Llevamos la señal del pacto en nuestro espíritu. Ésta es la circuncisión del corazón.
Cuando digo que debemos recordarla, no me refiero simplemente a que no debamos olvidarla o que en ocasiones debamos recordarla. El término recordar es una palabra de pacto y significa: “Estar continuamente consciente de aquel con quien se tiene un pacto”. Dios recuerda Su pacto con nosotros al punto de llevarnos de manera perpetua en Su mente y en Su corazón. Él nos recuerda de forma continua, poniéndose Él mismo y a todos Sus recursos a nuestra disposición. De igual manera, como Su pueblo de pacto debemos mantenerlo de forma total y absoluta en nuestra mente, las 24 horas del día, todos los días de nuestra vida.
Debemos recordar que estamos comprometidos a amarlo. Tenemos que estar más enfocados en suplir Sus necesidades, porque Él supla las nuestras. Es necesario que nos enfoquemos en lo que podemos realizar por Él y en cómo podemos ministrar a Su Cuerpo.
Nuestra principal motivación debe ser el deseo de BENDECIRLO, más que nuestro deseo de recibir Su BENDICIÓN. Es necesario que nos olvidemos de nuestra voluntad, y que permitamos que la voluntad de Dios nos consuma. A medida que crezcamos en nuestro pacto de amor con Él, dejaremos de orar por nuestras necesidades; pues estaremos demasiado ocupados orando por las necesidades de los demás, que Dios ha puesto en nuestro corazón. Y a nosotros jamás nos faltará nada, pues mientras atendemos los negocios de Dios; Él cuidará de nosotros.
Sólo cuando comencemos a amar al SEÑOR de esa manera, descubriremos en realidad de qué se trata un pacto. Así es como recordaremos incontables veces al día todo lo que somos y que todo lo que tenemos le pertenece a Dios como nuestro compañero de pacto. Seremos guiados por el amor que se encuentra en nosotros, a fin de ser Sus siervos, Sus campeones sobre la Tierra… y para ser cualquier cosa que Él necesite que seamos.
Sólo entonces descubriremos qué significa en realidad vivir.