«Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.»
(2 Pedro 1:19)
Si usted ha tenido problemas difíciles en la vida, y no se siente amado por haber sufrido maltrato y abuso. Quizá le tome un tiempo aceptar la revelación del amor de Dios, y que ésta disipe las tinieblas que dejaron esas malas experiencias, a fin de que el amor brille en su corazón. Talvez en algunas ocasiones creyó haberse aferrado a esa verdad, sólo para descubrir que un instante después ésta ya había desaparecido.
Si le ha sucedido, no se desanime. Sólo enfóquese en llevar a cabo lo que esa escritura afirma, y préstele atención a la PALABRA del amor. Siga buscando escrituras donde se afirme cuánto Dios lo ama. Después, propóngase pensar y meditar en ellas. Decláreselas a otros creyentes y confiéselas sobre su vida. Satúrese de éstas hasta que su corazón esté tan lleno de ellas que rebosen, y usted sea limpio de las mentiras del diablo.
Quizá usted diga: “¡Pero lo he hecho, y hasta ahora, actuar de esa manera no me ha ayudado en nada!”.
A menudo sucede de esa forma. Al principio, meditar en la PALABRA, no parecerá marcar una gran diferencia. Sin embargo, si usted persevera en todo momento, llegará el día en que leerá un versículo que ya había leído centenares de veces… y de pronto, éste brillará como una luz a través de su alma. El gozo surgirá de su interior, y dirá: “¡Lo logré! ¡Lo logré! Por fin entiendo que Dios me ama”.
Ese proceso es como llenar una cubeta vacía con agua. Usted puede derramar gota tras otra dentro de ella, y desde afuera parece que todo sigue igual. Pero si usted sigue derramando gotas, llegará al punto en que si derrama una gota más, la cubeta comenzará a desbordarse. Y a partir de ese momento, si continua vertiéndole agua, se derramará de la cubeta como una catarata. E inundará no sólo la cubeta, ¡sino todo lo que está a su alrededor!
Usted puede hacer lo mismo con su corazón. Puede permanecer llenándolo con el evangelio del amor, y meditando en la siguiente confesión: ¡Sí Dios me ama! ¡Su misericordia y bondad me rodean! Quizá tenga que meditar en ella y confesarla por un tiempo. Incluso se sentirá como una persona falsa, pues su vieja naturaleza le replicará: “¡Escucha! En realidad tu no crees que eso sea cierto; pues no te sientes amado, sino herido y rechazado”.
No obstante, sólo tome cautivos esos pensamientos y alinee su mente de acuerdo con la PALABRA. Si lo hace, uno de estos días la realidad del amor de Dios no sólo llenará su corazón, sino que saldrá disparada como un géiser BENDICIENDO a todos a su alrededor. No sólo lo va a creer, sino usted mismo ¡será una demostración viviente del amor!