«Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera.»
(Génesis 17:1-2)
Cada vez que Dios se presentó a Sí mismo en la Biblia con un nombre en particular, lo hizo siempre con el objetivo de dar a conocer una dimensión más amplia de Su amor. Algunas veces, por desconocer el idioma hebreo, nos perdemos de la revelación que Dios nos está manifestando; pues no traducimos de manera correcta los nombres de Dios.
Por ejemplo, cuando Dios le dijo a Abraham: “Yo soy el Dios todopoderoso”, el verdadero significado en hebreo es: “Yo soy El Shaddai”, aunque El Shaddai significa: “El todopoderoso” o “el Ser Supremo”, la raíz de donde se deriva la palabra Shaddai literalmente trae alusión a una mujer que alimenta a su hijo. Entonces el Shaddai puede traducirse como: “El Dios que satisface las necesidades de sus hijos”.
¡Cielos! ¡Qué maravillosa descripción de Dios es! Por un lado, denota la inagotable y abundante fuente de recursos que Él tiene para nosotros. El SEÑOR se da a conocer como el máximo Proveedor, y además tiene más que suficiente para todo lo que necesitemos.
Por otro lado, ese nombre no sólo revela que Dios es una fuente completa, sino que está ansioso por compartir esos recursos. También se describe de esa forma en un comentario bíblico, el cual nos enseña: «El título Shaddai en realidad nos indica la plenitud y las riquezas de la gracia de Dios, y también les recuerda a los lectores hebreos que de Dios proviene toda buena dádiva y todo don perfecto; es decir, que Él no se cansa de derramar Su misericordia sobre Su pueblo, y que está más dispuesto a dar que a recibir de ellos ».
Por ejemplo, así como una madre produce mucha leche para nutrir a su bebé y para que crezca. De la misma manera nuestro Dios, está tan lleno de compasión que busca por toda la Tierra quien reciba esos recursos. Y no sólo está dispuesto a compartirlos, sino que haya satisfacción y libertad al hacerlo.
Ésa es una revelación maravillosa. Sin embargo, lo siguiente es aún más sorprendente: Abram no fue quien se acercó a Dios y le pidió que fuera su Proveedor divino. Pues ¡Abram no conocía lo suficiente a Dios como para pedirle algo! ¡Fue el Señor quien tomó la iniciativa! Fue Dios quien se acercó a él, y le dijo: “Abram, aquí estoy para ti. Seré yo quien te BENDIGA y quien te hará multiplicar. Derramaré sobre ti, Mi fuente inagotable”.
A nosotros, como simiente de Abraham (Gálatas 3:7), Dios nos ha prometido lo mismo por medio del Espíritu Santo y de Su Palabra escrita, Él nos ha prometido lo que le prometió a Abraham. Está aquí para ser nuestro Shaddai, y en Su amor y abundante provisión, ¡somos ricamente BENDECIDOS!