«Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.»
(Juan 18:5-9)
Al principio, cuando leía las descripciones bíblicas del amor, no me sentía muy emocionado cuando se trataba de ponerlas en práctica. Por ejemplo, cuando meditaba con relación a poner la otra mejilla o no tomar en cuenta una ofensa, quería expresar: “SEÑOR, ¿sabes lo que las personas me harían si actúo de esa manera? ¡Se aprovecharían de mí!”.
No entendía que actuar en amor, causa que el poder de Dios obre a mi favor. No me había dado cuenta que tomar la decisión de amar, causaría que una liberación sobrenatural obrara a mi favor en el ámbito espiritual.
Cuando Jesús nos exhortó a poner la otra mejilla, no se estaba refiriendo a invitar a las personas a abofetearnos. Nos estaba motivando a actuar en el verdadero ámbito del amor, donde nuestra protección nunca falla. Un día, mientras meditaba en esa verdad, el Señor me dijo: Si permaneces el tiempo suficiente, viviendo en amor, cuando pongas la otra mejilla, las personas no serán capaces de abofetearte, pues Mi poder los hará retroceder.
Para analizar una evidencia bíblica de esta verdad, estudie lo que sucedió cuando los soldados romanos llegaron a aprehender a Jesús, antes de la crucifixión. Incluso en ese doloroso y difícil momento, Jesús tenía al amor en Su mente. Veló por la seguridad de Sus discípulos. Y como resultado, toda esa legión de rudos y violentos soldados romanos no pudieron aprehender a ese gentil y desarmado hombre. Y Jesús, sólo tuvo que expresar: ¡Yo Soy! Y todos cayeron a tierra.
Ésa no fue la única oportunidad en que sucedió algo así, en la vida de Jesús. Hubo otra ocasión, en Nazaret, cuando una turba de personas trató de arrojarlo al precipicio; no obstante, en Lucas 4:30 se nos enseña que cuando eso sucedió. Él sólo pasó entre ellos y siguió Su camino.
El hecho es que nadie podía hacer algo para lastimar a Jesús. Él entregó Su vida y murió con el propósito de cumplir el plan de Dios. Y debido a que el poder libertador del amor lo rodeaba de manera constante, Él mismo tuvo que entregarse para que pudieran matarlo.
El amor obrará de esa misma manera en nuestra vida, si actuamos como Jesús actuó. Éste es un principio espiritual. Cuando el amor comience a obrar a nuestro favor, el diablo no podrá hacer nada para evitarlo. Ninguna de sus armas contra nosotros prosperará. El poder del amor es nuestra mejor protección.