«…(el Amor) no busca lo suyo…»
(1 Corintios 13:5)
Cuando empezamos a amarnos lo suficiente los unos a los otros, estamos dispuestos a hacer a un lado nuestros propios intereses con el propósito de que otra persona sea BENDECIDA. Nos colocamos en una posición donde Dios puede manifestarse en medio nuestro. Abrimos las puertas, para que Él pueda derramar la abundancia de Su bondad, no sólo sobre las personas que amamos; sino ¡sobre nosotros mismos!
Asimismo, nos ponemos en una posición de recibir. En lugar de ser tacaños y de aferrarnos a nuestros propios deseos egoístas con férrea determinación, abrimos nuestras manos para compartir con los demás —y en el proceso, descubrimos que somos libres para recibir lo que nuestro Padre ha intentado darnos—.
Hace años, experimente un ejemplo maravilloso de esta verdad cuando un pastor me expresó cuánto había luchado con respecto a algo que debía realizar, en una convención que el ministerio realizó en su ciudad. Él quería apoyar la reunión, no obstante, estaba preocupado porque uno de los otros predicadores, que había sido invitado a la convención, también tenía su iglesia en esa área. Él me expresó: «Tenía miedo de que las personas de mi iglesia lo escucharan predicar y que ellos pensaran que era mejor predicador que yo. Y que al final, decidieran unirse a esa iglesia; y yo perdiera la mitad de mis miembros».
Sin embargo, gracias a Dios el amor prevaleció en el corazón de ese pastor. Oró al respecto y se dio cuenta que las personas no le pertenecían a él, sino a Dios. Y si otro predicador era mejor, debían irse a su iglesia. Debían ir donde fueran más BENDECIDOS.
El siguiente domingo, el pastor subió al púlpito y animó a todos los miembros a asistir a la convención. Y no sólo se limitó a decirles que asistieran al servicio donde yo predicaría, sino también a los otros servicios donde el otro pastor invitado predicaría. Como era de esperarse, muchas personas asistieron a escucharlo.
¿Su iglesia sufrió algún daño? ¡Por supuesto que no! De hecho, el siguiente domingo tuvo la más grande asistencia que jamás había tenido. Las siguientes semanas, su iglesia siguió creciendo al punto que la congregación ¡alcanzó un crecimiento alrededor del 40%!
Otro hecho interesante que sucedió fue que, poco tiempo después, el SEÑOR guió al otro predicador a cerrar su iglesia, y a enfocarse más en su ministerio misionero. Así que algunas personas de esa iglesia, se unieron a la iglesia del otro pastor.
¿Ya se dio cuenta de lo que pudo haberse perdido si el pastor hubiera permitido que en lugar del amor, el egoísmo tomara control? Habría evitado que su gente recibiera LA BENDICIÓN de la convención, y se hubiera perdido del crecimiento que Dios quería darle a su iglesia. Al tratar de aferrarse a lo que tenía, habría perdido LA BENDICIÓN más grande que siempre acompaña a aquellos que se atreven a vivir en amor.