«¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo.»
(Romanos 14:4, NVI)
Hace años, el SEÑOR habló a mi corazón y me formuló una pregunta que jamás olvidaré: ¿Sabes cuál es uno de los más grades problemas que tengo con el Cuerpo de Cristo?
—No, señor —le respondí—. No lo sé.
—Es su obstinada determinación de corregirse unos a otros —me replicó.
De inmediato comprendí que era verdad. Pensé acerca de todas las contiendas y debates que habían surgido con respecto a pequeños temas doctrinales, y que terminaron trayendo división a la Iglesia. Recordé todas las cosas desagradables y contrarias al amor que he escuchado de creyentes y ministros hablar de los demás, todo en nombre de las correcciones bíblicas.
Con el pasar de los años, he visto a algunas personas invertir más tiempo estudiando la PALABRA en un esfuerzo por demostrar que alguien más está equivocado, del que invierten para recibir sabiduría y gracia para corregir sus propias faltas y fracasos. El SEÑOR no desea que hagamos eso. Él jamás planeó que utilizáramos la PALABRA para destruir a alguien más con ella.
No importa que pensemos que nuestros amigos servidores estén en un error, Dios no nos llamó a juzgarlos. Él nos llamó a vivir en amor y a ser ejemplo para ellos. Él nos llamó para que nos consideremos «…unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras» (Hebreos 10:24). También nos llamó a expresar cosas que edifiquen: «…a fin de dar gracia a los oyentes» (Efesios 4:29).
Obviamente, si nuestro amigo o hermano creyente está en pecado y cede ante la conducta inmoral, no podemos ignorar ese hecho. Necesitaremos acercarnos con amor para ayudarlo, y decirle: “No creo que en realidad usted quiera estar en esos caminos. Pues ese estilo de vida lo lastimará y le robará LA BENDICIÓN de Dios. Permítame darle una mano, y ayudarlo a salir de esa trampa”.
Sin embargo, por lo general terminamos discutiendo acerca de temas cuestionables, los cuales sólo se basan en la opinión de cada quien. Por esa razón, en la Biblia se nos enseña a no involucrarnos en discusiones sobre diferentes opiniones (Romanos 14:1). ¡Éstas no marcan mucha diferencia! simplemente nos sacan de nuestra vida de amor, y nos llevan hacia argumentos legalistas que perjudican, en lugar de ayudar al Cuerpo de Cristo.
Recuerde esto: Ninguno de nosotros está absolutamente en lo correcto con respecto a cada tema espiritual. Incluso si estuviéramos en lo correcto acerca de todo lo que sabemos, en el ámbito general de las cosas, no sabemos mucho. Por tanto, nuestra propia falta de conocimiento nos hace estar equivocados en algunas situaciones. Además, en la Biblia no se nos indica que debemos ser técnicamente correctos en todo. Sólo se nos requiere que seamos mayordomos fieles (1 Corintios 4:2) Es decir, que vivamos en amor.