«Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; Su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.»
(Salmos 107:17-20, NVI)
La PALABRA escrita de Dios es una expresión de Su amor por usted. La razón por la que usted sostiene una Biblia en su mano, y lee las promesas y la provisión de Dios, se debe a que Él lo ama tanto que hizo posible que usted las tuviera.
En ocasiones olvidamos el gran precio que se pagó para que esa PALABRA llegara a nosotros. No me refiero sólo a los US$30 que usted paga por una Biblia en la librería. Me refiero a los hombres y mujeres que entregaron su vida por ella, y que pasaron años traduciéndola e imprimiéndola. Estas personas, literalmente, derramaron su sangre para que la Biblia fuera impresa.
Esos hombres y mujeres fueron vigorizados por la gracia de Dios e inspirados por el Espíritu Santo. Dios los llevó a realizar lo que hicieron porque lo ama a usted. Él anhela que usted sea libre de toda atadura del diablo y, la verdad de la PALABRA es la que lo liberta.
Jamás olvidaré una visión que el SEÑOR me mostró en los primeros años de mi ministerio. Me encontraba orando en una pequeña iglesia al sur de Texas, puesto que iba a predicar en algunas reuniones. De pronto vi, con los ojos de mi espíritu, a un dragón entrando por la puerta principal de la iglesia. Era tan grande que ocupó todo el lugar. Tenía ojos centellantes y fuego salía por su boca, quemando mi ropa y golpeaba mi espalda.
En la visión, Jesús se encontraba a mi lado y claramente vi como Él estaba disgustado con ese dragón (de hecho, yo estaba dándole la espalda al dragón). Y pensé: ¿Por qué Jesús no hace algo al respecto? ¿Por qué no utiliza esa espada que posee en Su mano y mata a esta bestia?
En ese momento, Él me entregó la espada. Yo no quería recibirla, pero sabía que estaría en problemas si no la tomaba, así que tomé la espada. De forma sorprendente, ésta me levantó del suelo y sentí un impacto de poder a través de mi brazo y por todo mi cuerpo. De pronto, ya no sentía miedo de esa enorme lagartija. Empuñé la espada contra él y en el momento en que ésta lo tocó, lo partió a la mitad. Cuando eso sucedió, me percaté de que ¡estaba lleno de personas que se había tragado!, y la espada del Espíritu los había hecho libres.
Recuerde esto la próxima vez que tome su Biblia. No la trate como si sólo fuera un buen libro. Utilícela como la espada del Espíritu, un obsequio del amor que proviene directamente del Padre y que ha sido enviado para libertarlo.