«Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos
en Jesús, el autor y consumador de la fe…»
(Hebreos 12:1-2).
La fe obra por el amor. Ésa es una importante verdad bíblica, sin embargo, ¿sabía usted que lo opuesto también es cierto? El amor obra por la fe. Y mientras confiemos y creamos que éste se encuentra en nuestro interior, más viviremos en la plenitud del amor.
Tener comunión con Jesús todos los días, andar y hablar sólo con Él; incrementará el fluir de Su amor en nuestra vida. ¿Por qué? Porque Él es el Autor y Consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2). El término consumador se refiere a una persona que perfecciona o termina algo. Por ejemplo, en el área de la carpintería, el leñador que corta un árbol puede comenzar un proyecto de ebanistería. Sin embargo, el consumador es el artesano, quien es lo suficientemente hábil para tallar la madera y terminarla. Él es la persona que sabe cómo transformar esa rústica pieza de madera en un fino y hermoso piano.
En lo espiritual, Jesús es nuestro Autor y Consumador. Él inició esta obra de fe y de amor en nuestro interior, y la terminará. Mientras más tiempo pasemos en comunión con el Señor —no sólo durante los momentos especiales y privados de oración, sino durante todo el día, en las situaciones normales de la vida— más podrá formarnos a Su imagen.
Dios puede llevarnos a un nivel en el que no sólo seamos como Él por dentro, sino también por fuera.
Quizá alguien argumente: “Hermano Copeland, de seguro no estará insinuando que podemos ser como Jesús”.
No, no estoy insinuándoselo, estoy asegurándoselo. Nacimos de nuevo conforme a Su imagen, y a medida que andemos con Él y le permitamos que nos enseñe, nos instruya y nos ayude a crecer; comenzaremos a vernos y a actuar más como Jesús.
Años atrás, me hablaron de una persona que estaba molesta con un predicador que se hizo mi amigo, esta persona expresaba: “Ahora, ese predicador está arruinado; pues comenzó a juntarse con ese Copeland y los dos andan por ahí ¡actuando como si fueran un pequeño Jesús!”.
En realidad, esos comentarios me BENDECÍAN, ya que ése es mi objetivo: ser como Jesús. Pensar, vivir y amar como Él.
El mismo Jesús nos indicó que nos amemos los unos a los otros como Él nos ama (Juan 13:34). Si Él lo dijo, significa que contamos con esa capacidad de amar. Quizá nos parezca que no lo estamos logrando —en especial si acabamos de comenzar nuestra vida con Él—. Tal vez parezcamos tan rústicos como un tronco que acaban de cortar en el bosque. No obstante, si continuamos viviendo por fe con Jesús y permanecemos apegados a Él, el SEÑOR terminará la obra que comenzó en nosotros. Y nos convertirá en un instrumento delicadamente afinado de Su amor.