“…Sean dignos siervos y buenos ministros de Jesucristo, siempre nutridos
con las verdades de la fe y de la buena instrucción, la cual han seguido de
cerca… ejercítense en la misericordia (piedad), [manteniéndose en forma en
el ámbito espiritual]”
(1 Timoteo 4:6-7, AMP)
Cuando usted nació de nuevo, se convirtió en un hijo de Dios. Quizá sea consciente de esa verdad. Sin embargo, ¿alguna vez se ha detenido a pensar qué significa en realidad?
Un hijo, nace a imagen de sus padres. O desde el nacimiento, ya tiene todas las cualidades físicas que sus padres poseen. Cuando mi hijo, John, era tan sólo un niño, podía pararlo a mi lado y se podía notar que éramos parecidos. Poseía todos los músculos y órganos que yo, en su cuerpo tenía cada hueso que yo tenía, nada le hacía falta. Tenía mi color de piel y mis ojos. Usted podía verlo y saber de quién provenía, es decir, podía ver que era mi hijo.
Claro que era más pequeño que yo, aún le faltaba crecer. Yo era un hombre adulto y él era un niño. Sin embargo, en muchos sentidos usted podía ver cómo sería este niño, sólo con verme.
Lo mismo puede afirmarse en lo espiritual acerca de usted, y de su Padre celestial. Usted nació de Él, en su interior cuenta con todos los elementos que Dios tiene en Su interior. Incluso puede afirmar que debido a que Él es amor, usted es amor. No se encuentra tan bien desarrollado en esa área como su Padre, y tampoco es tan maduro ni tan fuerte, pero si continua creciendo y permitiéndole a Él que le enseñe y lo instruya; al final amará como el Señor gracias a que nació de nuevo con Su capacidad de amar. Usted nació de nuevo para ser igual a su Papá.
Recuérdelo la próxima vez que se sienta débil o titubee en su vida de amor. En lugar de condenarse y desanimarse por su debilidad, aparte su mirada de sí mismo y póngala en Jesús. Enfoque la mirada de su corazón en Él, y regocíjese; pues su destino es llegar a ser como Él.
Después, enfoque su energía en crecer en Él. ¿Cómo? Realizando las mismas actividades para su espíritu, que aquellas que realiza para que su cuerpo físico crezca. ¡Aliméntese! Nutra su corazón con las verdades de la fe. Invierta tiempo leyendo y meditando en la PALABRA de Dios. Luego, asegúrese de ejercitarse mucho. Desarrolle su fuerza espiritual poniendo en práctica lo que aprende. Practique amar. Ame en toda oportunidad, y ¡ciertamente crecerá!