«Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Jesús dijo: Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.»
(Mateo 19:13-14, NVI)
Todos querían estar con Jesús. Sus discípulos amaban pasar tiempo con Él. Incluso los pecadores y los niños querían estar cerca de Él.
Eso comprueba que Él no era amable y amoroso sólo cuando predicaba, sino lo era todo el tiempo.
Y si queremos ser sus seguidores, también debemos comportarnos de la misma manera. Por ejemplo, no es correcto ser amables y bondadosos sólo los domingos en la iglesia, y el lunes ir con el mecánico y enojarnos con él porque se atrasó en entregarnos nuestro automóvil.
Algunos cristianos se comportan de esa forma. Cuando se rodean de otros creyentes, afirman que el SEÑOR los sacará adelante. Pero cuando salen al mundo, y empiezan a tratar a otra gente, son las personas más duras, prepotentes y exigentes que haya conocido.
Y lo peor, es que lo hacen para verse atrevidos. Le gritan a cualquier persona que no les brinde el servicio que ellos quieren o cuando no les dan el resultado que creen merecer, entonces se justifican al decir: “Bien, la rueda que rechina es la que necesita grasa”.
Actitudes como esa no las encontramos en la Biblia. En Lucas 6:31, se nos enseña que deberíamos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros; y en Gálatas 5:6, leemos que la fe obra por el amor. Cuando comenzamos a comportarnos con alguien como si no tuviéramos amor, nuestra fe se debilita y se vuelve ineficaz. Pues no estamos buscando a Dios ni dependiendo de Él, sino de la carne.
Algunas personas se atreven a excusar su comportamiento fuera del amor, diciendo: “Es tan fuerte la unción que tengo, que me hace actuar de esa manera”.
No, ser agresivo no es ser ungido; es ser grosero, y si actuamos de esa manera, las personas no van a querer estar cerca de nosotros. Otros creyentes, los pecadores, e incluso Dios no va a querer estar cerca de nosotros. (Y lo sé porque al principio de mi vida cristiana el SEÑOR me dijo que, aunque me amaba, no quería estar cerca de mí. Porque mi dureza y mi mal temperamento lo entristecían).
Por tanto, si quiere examinar cómo está su vida de amor, mire a su alrededor. ¿Están las personas acercándose o alejándose de usted? ¿Se sienten atemorizados o intimidados… o se sienten seguros y a salvo con su compañía? Una cosa sí es segura, si usted en realidad está viviendo conforme al amor de Jesús, las personas querrán estar cerca de usted.