«Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano.»
(Salmos 37:23-24)
Las Escrituras afirman que si nos mantenemos desarrollando el fruto del espíritu en nuestra vida, terminaremos nuestra carrera espiritual sin ninguna caída fatal. Sin embargo, la Biblia no promete que nunca tropezaremos. Al contrario, en Santiago 3:2, se establece de forma clara que mientras alcanzamos la madurez espiritual: «Todos tropezamos en muchas formas» (NVI).
Aunque nosotros no queremos tropezar ni actuar sin amor o de forma descortés, todos lo hacemos en algunas ocasiones. Pero si sabemos manejar esas caídas espirituales con sabiduría, éstas no detendrán nuestro progreso. Esas caídas ni siquiera harán que desaceleremos el paso.
Dios sabía que tendríamos esos tropiezos espirituales, y por esa razón, aparecen en el plan de redención. Incluyó cada falta y pecado —pasado, presente y futuro— en el sacrificio de Jesús en el Calvario. Luego en Su PALABRA, Él prometió: « Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).
Usted podría argumentar: “Sí, eso quita mi pecado, pero ¿qué puedo hacer con mi fracaso?”.
¿Qué ocurría cuando fracasaba en la escuela? No lo sacaron de la escuela, y le dijeron: “Bueno, esto es todo, ya no llegarás más lejos”. No, simplemente ¡dejaron que tomara ese curso de nuevo!
Lo mismo debe hacer cuando tropiece y falle en la escuela del Espíritu. Vuélvase a Dios y descubrirá qué hacer, a fin de corregir esa falta. Luego, simplemente ¡levántese y empiece de nuevo!.
Como creyentes, sabemos muy bien que estamos en la escuela del Espíritu. Día a día, estamos aprendiendo a vivir, no en la carne, sino de acuerdo con la nueva naturaleza que habita en nosotros. En esta maravillosa escuela, el Padre es nuestro Director, y Él es bueno; no importa cuántas veces fallemos o reprobemos el curso, Él nos dejará tomarlo de nuevo. Es más, el Espíritu Santo es nuestro Maestro, y sabemos que con Su ayuda, al final tendremos éxito.
Lo mejor de todo, es que Jesús ya pasó todas las pruebas por nosotros, y ¡nos ha hecho aprobar! Eso significa que ya no tenemos presión. No tenemos que ponernos a prueba o ganarnos una posición correcta delante de Dios. A causa de que Jesús vivió Su vida en perfección, y nos dio Su tarjeta de calificaciones, ¡ya tenemos las mejores notas!
Ahora, sólo debemos aprender, crecer e ir de la mano con Dios. A medida que lo hagamos, tropezaremos cada vez menos. Seremos más fuertes en el espíritu, afirmaremos nuestros pies y estaremos bien preparados; a fin de terminar nuestra carrera con gozo.