«Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis,
y os vendrá.»
(Marcos 11:24)
Una de las razones principales por las que nos cuesta creer que el Señor nos dará lo que le pidamos en oración, por nuestra falta de conocimiento con respecto a la profundidad del amor de Dios. Incluso cuando leemos Sus promesas en la Palabra, las cuales nos afirman que Él desea que tengamos —un cuerpo saludable, una familia BENDECIDA, y todas nuestras necesidades suplidas—, a menudo dudamos. Pensamos en nuestras propias limitaciones, y vienen a nuestra mente otras personas que sabemos que no recibieron lo que pidieron. Y en lugar de ir confiadamente ante el trono de la gracia, y recibir lo que necesitamos, nos quedamos en la puerta preguntándonos si Dios en realidad desea darnos lo que le pedimos.
Sin embargo, cuando comenzamos a comprender la grandeza del amor de Dios, ese cuestionamiento cambia. Confiamos en que Dios nos dará lo que le pedimos —no porque hayamos hecho algo para ganarlo o merecerlo—, ¡sino porque nos ama tanto!
La fe crece en una atmósfera de amor. Por ejemplo, imagínese a un niño en problemas. Él mismo se hizo daño por realizar algo absurdo. Es consciente de que fue él, quien atrajo el problema a causa de su imprudencia y desobediencia; sin embargo, cuando le pide ayuda a su mamá, tiene la fe suficiente para creer que ella llegará corriendo. ¿Por qué? Porque ella lo ama. Por supuesto, después recibirá una amonestación por su mala conducta. Pero por instinto el niño sabe que la corrección vendrá, después de que su madre haya respondido a su clamor, y suplido su necesidad. El niño sabe que la prioridad de su madre no es darle el castigo merecido, sino en primer lugar suplir su demanda de amor.
Si un niño puede tener ese tipo de fe en sus padres terrenales, ¿acaso nosotros no deberíamos estar completamente seguros que cuando clamemos a nuestro amoroso Padre celestial, Él acudirá a nosotros en respuesta a nuestro clamor?
Todos estamos familiarizados con Romanos 10:17, en el cual se afirma: «…la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Hemos aprendido que al meditar en lo que se afirma en la PALABRA con respecto a una necesidad específica, esto nos dará la fe necesaria para que esa necesidad sea suplida. Sin embargo, debido a que la Biblia enseña que Dios es amor, podemos sustituir la palabra Dios por Amor y descubrir otra verdad ahí: La fe viene por el oír, y oír ¡la PALABRA del Amor!
Mientras más escuchemos y meditemos en el gran amor que Dios tiene para nosotros, más comunión tendremos con Él. Y mientras más le permitamos que derrame de Su experiencia de amor en nuestro corazón, más fuerte será nuestra fe. En lugar de preguntarnos si Dios nos dará lo que le hemos pedido, elevaremos nuestras oraciones creyendo que recibimos cuando oramos. Estaremos seguros de que recibiremos lo que pedimos, no por nuestros grandes esfuerzos, sino por Su gran amor.