«Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el SEÑOR se le apareció, y le
dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto. Y yo
estableceré mi pacto contigo, y te multiplicaré en gran manera. Entonces
Abram se postró sobre su rostro y Dios habló con él, diciendo: En cuanto a
mí, he aquí, mi pacto es contigo...»
(Génesis 17:1-4, LBLA).
El pacto de sangre que Dios estableció con Abraham es el mejor ejemplo del Antiguo Testamento del verdadero amor ágape. En éste vemos a Dios, por Su propia voluntad, jurando un pacto de sangre con Abraham para BENDECIRLO, cuidarlo y para ser todo lo que Abraham necesitaba que Dios fuera.
Dios no esperó a que Abraham correspondería a Su amor para efectuar ese compromiso. Él no expresó: “Abraham, si continúo teniendo buenos sentimientos hacia ti, seguiré demostrándote Mi amor. Pero si me ofendes y me subestimas, te abandonaré”.
No, Dios decidió amar y comprometerse con Abraham, sin importar lo que él decidiera. Abraham podía recibir Su amor o rechazarlo. Podía aceptar el compromiso de Dios o despreciarlo. Pero Dios ya lo había decidido. Él le expresó: En cuanto a Mí, he aquí, Mi pacto es contigo.
Él nos ama de la misma manera. Dios determinó amarnos antes que decidiéramos corresponderle a Su amor. Envió a Jesús a la Cruz para que realizara el más precioso sacrificio de sangre… mientras que nosotros aún éramos pecadores. No esperó a ver qué haríamos. Él se adelantó y llevó a cabo el compromiso de amor: En cuanto a Mí, he aquí, Mi pacto es con ustedes.
Ahora que hemos recibido Su amor, Dios espera que nos amemos unos a otros de la misma manera. De hecho, nos ordena que lo hagamos, y que tomemos la misma decisión que Él tomó. También desea que nos comprometamos a amar a los demás —sin importar cómo nos respondan—,ya sea que valoren o no nuestro amor. El SEÑOR espera que honremos el pacto de sangre de Jesús con los demás, con el mismo amor incondicional que Él nos ha demostrado. Y espera que les digamos: “Sin importar cómo actúes ni qué hagas, en cuanto a mí, yo tengo un pacto contigo”.
¿Cómo podemos vivir conforme a ese amor? Primero, tomando la decisión de amar; segundo, haciéndolo por voluntad propia. Es claro que usted no puede amar en sus propias fuerzas ni en su propia voluntad. Ahora bien, usted sí debe usar su voluntad para abrirle la puerta al amor de Dios, el cual habita en su interior. Cuando tome la decisión, y abra la puerta, Su poderoso pacto de amor correrá a través suyo.