«El que habita al abrigo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente. Diré yo al SEÑOR: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío. Porque El te libra del lazo del cazador y de la pestilencia mortal. Con sus plumas te cubre, y bajo sus alas hallas refugio…»
(Salmos 91:1-4, LBLA)
Cuando vienen calamidades, como las que ocurren con frecuencia en estos tiempos peligros, y personas inocentes pierden la vida; a menudo la gente cuestiona el amor de Dios: “¿Cómo pudo un Dios amoroso y bondadoso permitir que eso le sucediera a esas personas? ¿Por qué no hizo nada para ayudarlas?”.
La respuesta es la misma en todos los casos: ¡Él sí lo hizo!
La naturaleza de Dios no es ser un dictador para la humanidad. Aunque ama a todos, no le impone su voluntad a los que ama; a fin de que reciban o acepten la ayuda que Él les ofrece. Dios no obliga a nadie a cambiar de decisión, sin importar cuán costosas sean las consecuencias.
Por esa razón, el SEÑOR sólo puede garantizar la protección de las personas que habitan al abrigo del Altísimo, bajo la sombra del Omnipotente. Pues son las únicas que escuchan Sus advertencias y le obedecen a Él. Sólo los que están en Su lugar secreto pueden escuchar de manera clara Su voz, y correr hacia el refugio que Él provee.
Un ministro y buen amigo mío puede dar testimonio de eso. Hace algunos años, él y un grupo de personas que conocía, abortaron un vuelo especial hacia Detroit, Dios le habló y le indicó: No subas a ese avión, quédate dónde estás. Por un momento, luchó con esa instrucción en su mente, pues tenía muchos compromisos que cumplir. Él necesitaba abordar ese avión, sin embargo, sabía que el SEÑOR lo amaba y que cuidaría de sus intereses; por tanto, obedeció.
Fue lo mejor que pudo hacer, pues el avión se estrelló e incendió en las afueras de Detroit ese día.
Varios creyentes quienes supuestamente debían abordar ese vuelo, tuvieron la misma experiencia. Dios les advirtió, de una manera u otra, que no viajaran. La mayoría obedeció y se salvó. Lamentablemente, un par de ellos no obedeció. Mi amigo le advirtió a una de esas personas lo que el SEÑOR le había dicho, pero esa persona no escuchó y perdió la vida.
Cuando le pregunté a mi amigo de qué manera podemos vivir en ese lugar secreto, y disfrutar de ese tipo de protección, me respondió: «Vive cada día cerca de Dios, ámalo, y ama a tu prójimo. Un paso fuera del amor, es un paso fuera de la sombra del Omnipotente».
Ésa es una respuesta que debemos tomar en serio en peligrosos días como éstos, pues la sombra de nuestro amado Dios es el único lugar seguro donde podemos habitar.