«Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó
en medio, y agradó a Herodes, por lo cual éste le prometió con juramento darle
todo lo que pidiese. Ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un
plato la cabeza de Juan el Bautista. Entonces el rey se entristeció; pero a causa del
juramento, y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen, y ordenó
decapitar a Juan en la cárcel»
(Mateo 14:6-10).
El temor al fracaso, nos ha perseguido a todos en algún momento de nuestra vida. La psicología moderna nos aconseja que nos amoldemos y aprendamos a vivir con éste. Después de todo, el fracaso, hasta cierto punto, es inevitable; ¿cierto?
No, de acuerdo con la PALABRA de Dios, existe una manera de vivir sin fracasar, y es por medio del amor. En 1 Corintios 13:8, leemos con claridad que el amor nunca falla.
Para aquellos que piensan que el amor se expresa sólo a través de emociones, esa verdad les puede parecer absurda. Pues las emociones no pueden convertir el fracaso en éxito. Ahora bien, el verdadero amor no sólo se expresa a través de emociones, también se demuestra con acciones. Y una acción correcta puede marcar la diferencia.
Podemos ver un ejemplo de cómo actúa el verdadero amor en Mateo 14. Jesús enfrentó una de las situaciones más difíciles en Su vida terrenal —el asesinato de Su amado primo, Juan—.
¿Qué haría usted en una situación tan dolorosa como esa? Al principio, es probable que realice lo mismo que Jesús hizo. Cuando Él escuchó las noticias, se apartó para estar solo. Sin embargo, la multitud fue insensible a Su dolor, y lo siguieron.
Cualquier otra persona, se hubiera enojado. Los habría reprendido, y les hubiera dicho: “¿Podrían dejarme solo?”. Pero Jesús no reaccionó así.
Al contrario, en la Biblia se nos enseña que tuvo compasión, y sanó a los enfermos. Jesús se negó a rendirse ante la autocompasión o a actuar con ira. En lugar de ello, se enfocó en su verdadero enemigo, y contraatacó a Satanás.
Peleó contra el enemigo en el ámbito espiritual, destruyendo sus obras de enfermedades y dolencias. Atacó el dolor y el sufrimiento, con la compasión de Dios; sanando y librando a quienes el diablo había oprimido.
Cuando el diablo, a través del asesinato de Juan, atacó al SEÑOR con un cruel y trágico golpe, Jesús lo venció con el poder de la compasión. Convirtió un potencial fracaso en un éxito sobrenatural. Realizó lo que todo creyente, que desea vivir de continuo en victoria, debe hacer. Derrotó el odio con el amor.