«Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti.»
(Deuteronomio 28:7)
¿Sabe usted qué significan los Diez Mandamientos? Para la mente de cualquier persona del Oeste representan: “No se atreva a robar, matar o codiciar”. No obstante, para alguien con mentalidad de pacto que entiende el kjésed de Dios, tiene una perspectiva muy diferente.
El término hebreo kjésed es una palabra de pacto que significa: “Misericordia, bondad, tierna misericordia, Su bondadoso amor y fidelidad”. Es decir, Su incondicional amor por usted.
Para una persona de pacto, Dios está declarando en los Diez Mandamientos lo siguiente: Escucha hijo, no hay necesidad de que codicies a la esposa de tu prójimo. Tengo una esposa preparada sólo para ti. Tú no necesitas matar a nadie. Trae ese problema delante de Mí, que Yo lo solucionaré; porque posees un pacto conmigo.
No necesitas convertirte en un ladrón porque yo supliré tus necesidades conforme a Mis riquezas en gloria. Sólo debes vivir en amor y en fe; Yo me encargaré del resto.
Si su corazón y su mente logran pensar y actuar de esa manera, no tendrá temor. El amor… la misericordia… El kjésed echan fuera el temor (1 Juan 4:18).
Casi escucho a su mente declarar: “Hermano Copeland, eso suena grandioso. Sin embargo, he hecho algunas cosas terribles desde que soy cristiano. He estropeado mi parte del pacto de la peor forma”.
No, no lo ha hecho. Usted no puede estropear ese pacto porque éste no es entre usted y Dios, sino entre Dios y Jesús.
No puede romperlo. Talvez ya no tenga comunión con éste, es posible que lo haya rechazado y que se haya rehusado a recibir sus beneficios. No obstante, el pacto siempre estará allí cuando se arrepienta.
“Está bien, pero no puedo comprender cómo Dios todavía puede amarme, después de todo lo que he hecho”.
Comprenda que el ágape kjésed de Dios no depende de lo que usted realice o no. Es un acto incondicional de Su voluntad. El Señor lo ama porque Él desea, y lo hace porque usted y Él se encuentran unidos por medio del pacto puro de la sangre de Jesús —y no hay nada que pueda cambiarlo—. ¡Así es el ágape kjésed!
Por tanto, no permita que el diablo lo engañe ni un momento más. Usted es digno para recibir el amor incondicional de Dios. La sangre de Jesús le ha provisto de ese amor. Recíbalo, es suyo. Recuerde: ¡Dios lo ama porque quiere!